Día del Maestro

Ángel Polibio Chaves

Cuando miro desconsolado el triste panorama de la patria estos días en los que parece que ha habido concurrencia de inconductas de jueces, legisladores, ciudadanos de arriba y también de los de abajo, me he preguntado: ¿en qué momento nos perdimos?, y ensayando alguna respuesta, he mirado con angustia que se borró el camino cuando permitimos que la educación pierda su verdadera esencia; cuando comenzamos a confundir éxito con decencia; cuando la investigación dejó de ser la búsqueda de respuestas a lo trascendente y se convirtió en mecanismo para alcanzar puntajes para lograr una categoría superior y ganar más dinero; cuando la educación paso de ser una  misión redentora a un  negocio. Es entonces cuando añoro a los maestros, así con mayúscula, a los que quiero rendir este homenaje quizás amargo, pero sinceramente sentido.

Es que ser maestro siempre constituirá el ejercicio de una vocación casi sublime; no es una simpe profesión. Porque ser Maestro implica el ejercicio de múltiples profesiones: es el que sentó la bases de la construcción de una sólida moral; es el que definió los límites entre lo justo y lo legal;  es el que orientó las más sanas relaciones sociales; es el que cimentó la más eficiente defensa frente a los enemigos de la patria, es en fin, el que con sacrificio y sobre todo con una generosidad enorme, dibujó los renglones en los que se debía escribir la historia.

El maestro, aquel que más allá de la palabra, con su ejemplo, planteó el cuadro de valores para configurar una nación con justicia y equidad, es quien ahora debe cumplir una  misión inaplazable: que nuestro país, pequeño y modesto, vuelva a ser eso: un país; no un territorio para el ejercicio egoísta de  nuestros intereses.

A ese maestro con enorme cariño y añoranza, rindo mi homenaje en este día.