¿Velorio de la vieja casta política?

José Alvear

Estamos ante la generación que quiere enterrar el pasado. Los resultados de estas elecciones son el reflejo de un hartazgo absoluto, del velorio que los votantes quieren hacerle a la política de siempre.

Otto Sonnenholzner, el ungido de apellido extranjero se quedó sin gasolina y se diluyó en el tiempo, porque siempre le faltó energía. Rambo, Jan Topic,  no terminó de convencer a los votantes  por los amigos detrás de él, además de los negocios de su familia con el Estado. El prófugo escondido en Bélgica, Rafael Correa, se metió una cantidad de autogoles nunca antes vista y el caudillo de Mocolí, con su terrible exalcaldesa Cynthia Viteri, volvió a darse de frente contra el fracaso. En el camino, un asesinato dio membrete de mártir al excandidato, Fernando Villavicencio y – de paso – fue el resorte que dio fuerza a su movimiento por el voto nostálgico. Así quedaban muy por debajo dejando de la tabla, los representantes de la casta y los tiktokeros.

La realidad es que el correísmo no pudo llegar ni al techo que tienen los autodenominados borregos, es decir al 35%. En el escenario aparece el clásico “outsider”, Daniel Noboa, que se caracterizó por evitar el fango de la pelea y enfocarse, mejor, en una campaña de territorio con ideas y planes de gobierno a la vista. Más allá de si estamos de acuerdo o no con su liderazgo, algo está claro: ese segundo puesto en la primera vuelta demuestra que los ecuatorianos estamos hartos de los mensajes de odio, revancha, división. Queremos ver esa casta nefasta y antigua de políticos enterrada. Exigimos soluciones inmediatas libres del odio, pero con el temple que requieren dos problemas graves y urgentes: la inseguridad y el desempleo.

Estamos a puertas de un recambio en la política ecuatoriana. Sus figuras y protagonistas están caducos, algunos se han mantenido ahí desde el regreso a la democracia en los 80, cuando personajes como Hurtado, Nebot o el mismo Correa (en el tablero hace ya casi dos décadas), empezaron su carrera. Quienes tuvieron la histórica oportunidad de romper este molde fueron los Lucio y Correa, pero resultaron ser parte de lo mismo.

La realidad es que de 13´450.047 votantes, el 30,4% (es decir 4´090.233 votantes) son jóvenes entre 16 y 29 años. Este grupo etario de electores representa a una generación que  busca resultados, que se informa y que decidió mover el tablero político.

Hoy, tenemos la gran oportunidad de enterrar y poner una lápida en el pasado que tanto mal nos hizo a los ecuatorianos, porque nos dividió, haciéndonos creer que todos somos enemigos. ¡Es ahora o nunca! ¡Menos Estado, más libertad!