Síndrome delirante

Los últimos acontecimientos vividos en el país nos llevan a pensar que algunas personas padecen un síndrome delirante, caracterizado por lo que vulgarmente se conoce como locura. La ruptura del “Yo” es un trastorno del pensamiento en su contenido, que se caracteriza por la alienación mental de la persona, puesto que percibe de manera anormal y alterada la realidad física y social y el de su mundo interno y psíquico, lo que hace difícil, y a veces imposible, la comunicación con quienes les rodean. Si hablamos del mundo de la política populista las secuelas son la convulsión y desestabilización del país.

El llamado al diálogo ha despertado una serie de intereses e interpretaciones personales que nos llevan a pensar que la población ecuatoriana vive momentos difíciles y que de verdad hay gente que delira con la política, porque esa es su profesión y no sirven para nada más. Una falsedad sostenida ante la falta de evidencias, contradice los caracteres de la lógica. Se trata de ideas absurdas que no están de acuerdo con la realidad del país y carecen de validez en boca de algún dirigente convulsionado. Las experiencias vividas y los testimonios de personas conscientes y responsables, que conservan su personalidad normal, descubren el engaño populista.

Ideas fijas llenan el campo de la conciencia de quienes se encuentran implicados en actos agresivos, de ferocidad e irrespeto a sus semejantes y que buscan encubrir la corrupción a todo nivel. Son como un «tumor psíquico» sumergido en la existencia de los implicados en el vandalismo, actos que no compartimos quienes vivimos en el mismo entorno social y cultural de una sociedad que ha sufrido cambios radicales en su desarrollo, por leyes absurdas aplicadas por gente con conductas absurdas.

La justicia, la psiquiatría, la psicología y la sociedad ecuatoriana tienen mucho trabajo por delante, ante una realidad en la que la falta de razón crea experiencias delirantes. Las consecuencias de un pasado arbitrario siguen liberando delincuentes, narcotraficantes y homicidas. Mientras los “padres de la patria” juegan con las leyes, debaten temas sin trascendencia, el prófugo de la justicia ordena y se divierte.