Tatuajes y policías

Rosalía Arteaga Serrano

En noviembre pasado fue aprobado un reglamento para reclutar a los nuevos integrantes de la Policía Nacional. Esta normativa se da en medio de una declaratoria presidencial de que afrontamos una guerra interna protagonizada por el crimen organizado, los carteles del narcotráfico y los miembros de pandillas, muchas de las cuales han sido mencionadas en los documentos oficiales.

Este reglamento tiene que ver, entre otras disposiciones, con el tema de los tatuajes y expansores en las diversas partes del cuerpo y que, según la Policía Nacional, podrían significar la pertenencia o simpatía con alguna de las pandillas que se han extendido por el país y que tanto daño le están causando al Ecuador, en su economía, en el turismo, así como en la moral pública que es siempre base de sustentación para la afirmación de la pertenencia nacional y para la convivencia de los habitantes de un país.

Por otro lado, se menciona, y creo que con mucha razón, que los tatuajes visibles por parte de los integrantes de la fuerza pública pueden inducir a desconfianza y pérdida de autoridad por parte de un público que, hoy por hoy, se siente vulnerado y acosado por el auge de la violencia que ha rebasado los ámbitos penitenciarios para ir en contra de una ciudadanía que se ha venido sintiendo desprotegida frente al avance de la delincuencia organizada y también de la común, que pulula por todas las regiones del Ecuador.

En este sentido, creo que la decisión de la Policía Nacional y de las autoridades gubernamentales es acertada. Contribuirá a generar esa confianza que se ha perdido a lo largo de los últimos años y también limitará el acceso de miembros de las pandillas a engrosar el número de los efectivos de la Policía Nacional, que es el temor que obliga a tomar esta medida.

Es importante también poner énfasis en capacitar de la mejor manera a quienes ingresan a las filas policiales para evitar la metástasis de ese cáncer terrible que corroe a la sociedad como es la corrupción, por lo que se hace necesario que se enfatice en valores y actitudes que deben regir al interior de los cuarteles, en el seno de los hogares de los policías y por supuesto en las calles y espacios públicos y privados en los que deben actuar.

Solamente así podremos tener más tranquilidad y recuperar el país, un Ecuador en el que las familias tengan la fe en que las fuerzas del orden cumplen su deber a cabalidad y podamos desarrollar cada uno de los ecuatorianos la capacidad de transitar libremente por las calles y plazas, a cualquier hora del día y de la noche, sin el temor de ser asaltados y vulnerados.