La pérdida de los límites

Hace muchos años, cuando recién me iniciaba en la carrera docente, allá por los años setenta, había una asignatura que era tremendamente importante y que, de una u otra manera, acentuaba un sentimiento de pertenencia y de amor por la patria, a pesar de que también podía ayudar en la construcción de la falta de unidad con los países vecinos.

En todo caso, esta materia recibía el nombre de Historia de Límites, a la que a veces yo solía llamarla Historia de Lágrimas, porque en ella se trataba de los desmembramientos territoriales sufridos por nuestro país, ya desde los tiempos coloniales, produciéndose una disminución territorial bastante notable, ya que antes se hablaba de un millón o más de kilómetros cuadrados.

Esos límites se fueron perdiendo, desaparecieron, junto con los añorados pedazos de territorios que pasaron a poder de nuestros vecinos, incluyendo Brasil, país con el que, en ese entonces, compartíamos fronteras.

Sin embargo, de que este tema daría para muy largo, en esta oportunidad quiero enfocarme sobre otros límites, los que los seres humanos nos ponemos a fin de enfrentar los diferentes desafíos que nos presenta la vida, los que colocan nuestros padres y maestros, para ir forjando la personalidad, lo que nos ponemos nosotros mismos a la hora de definir nuestras actuaciones.

Esos límites son aquellos de los que hablo en este comentario, límites que hacen falta a la hora de formar a los niños, que deben saber que no todo es permitido, que hay disciplinas que respetar, situaciones que enfrentar y eso solo lo podremos hacer bajo la guía y supervisión de los adultos que están a su cuidado.

No quiero decir con ello que matemos la creatividad, el espíritu inquieto de conocer más, de aprender más, pero sabiéndose que hay reglas de la ética y de la moral que debemos respetar. Es decir, sin límites haría referencia a traspasar las fronteras, a sentirnos con derecho a todo, pero sin las responsabilidades que van aparejadas.

El país está llegando a un espacio en el que los ciudadanos están perdiendo sus límites, acostumbrados al todo vale y a dejar de pensar en lo que nos corresponde hacer a cada uno de nosotros en bien de la nación.