Ya tenemos circo, ahora falta el pan

Pablo Granja

A la inauguración del Circo romano en el año 80 d. C, le siguieron cien días de festejos en que se sacrificaron 9.000 animales salvajes, murieron cientos de gladiadores, se representaron combates ficticios y se llenó de agua el anfiteatro para recrear una batalla naval. Posteriores espectáculos eran financiados por magistrados que aspiraban ser electos, o por las autoridades para celebrar alguna festividad. Cada temporada empezaba con la exhibición de animales exóticos; luego se ofrecía la lucha entre fieras. Con el tiempo sacaron a la arena a los famélicos condenados a muerte desarmados a enfrentarse contra las fieras hambrientas. La parte central era la lucha a muerte entre los  gladiadores, en que la vida de los vencidos dependía del pulgar del Emperador que lo presentaba al público que decidía con histeria. A esta forma de mantener controlado, engañado y distraído al pueblo – con alimentos a precios bajos y espectáculos gratuitos – el poeta satírico Décimo Juvenal le llamó “panes et circenses”, pan y circo.

A partir del año 536, el espectáculo circense se ha modificado; hoy las carpas multicolores nos anuncian que payasos y equilibristas están listos para ofrecernos diversión y entretenimiento; aunque pocos nos detenemos a pensar en las ironías, dramas y contrastes de estos artistas de vida errante, que salen al escenario para entretener al público. Con otras formas, la distracción burlesca y despectiva se mantiene hasta nuestros días. Más intensamente en épocas de elecciones, de acomodos legislativos y de planificaciones futuras. Los empresarios circenses son de la misma entraña, con algunas variantes a los formatos, con distintos payasos pero los mismos chistes, sin animales salvajes pero con otras fieras, con los mismos trapecios pero distintos equilibristas, diferentes maestros de ceremonias con similares trajes.

En vísperas de asumir el poder el señor Lasso declinó pactar con los señores Nebot y Correa. Más allá de los errores propios del Gobierno, esto le costó la implacable oposición de una Asamblea conspiradora, dedicada a hacerle la vida imposible sin importarle su propio desplome a un mínimo histórico. Los dos líderes debían dejar bien claro que no es posible gobernar sin ellos. Esto parece que fue bien entendido por el señor Daniel Noboa que no hizo ningún esfuerzo por acercarse a las otras fuerzas políticas representadas en el Legislativo. Y aunque luzca a traición, sería obvio que prefirió no arriesgarse.

Manteníamos la esperanza de que a la nueva Asamblea no lleguen quienes estuvieron involucrados con el desprestigio que acumuló la anterior. ¡Pero no! Una de las protagonistas del juicio político forjado con pruebas inexistentes en contra del presidente Lasso, ha vuelto anunciando que se retomará el proceso. Otras voces de la misma comparsa anuncian que “perseguirán el juicio de la fiscal Diana Salazar”. Los investigados por Fernando Villavicencio desde la Comisión de Fiscalización pasaron a invadirla. Un expulsado de una bancada, rehabilitado en otra y elegido por un tercer partido, que aceptó haber cobrado diezmos a sus colaboradores, pero que dizque fue para organizar “chanchos solidarios”, ¡hoy es uno de los vicepresidentes! ¡Son los mismos que declararon el Día Nacional del Bizcocho! Para apaciguar los ánimos dicen que hay siete juicios políticos previos a los que se plantearán en contra de G. Lasso y de Diana Salazar. ¿No será que los proponentes los retirarán para dar paso al trámite de estos últimos?

Es muy válido y sincero desear que al presidente Noboa le vaya bien, porque si eso ocurre nos va bien a todos. Pero es inevitable pensar que el entendimiento entre socialcristianos y correístas viene funcionando desde antes de la elección del presidente Lasso; y que ahora, sumado un tercero, quizás quieran proyectarse bajo el mismo esquema para las elecciones del 2025. ¡Ojalá la alianza sirva para combatir realmente la inseguridad y la pobreza de la que tanto hablan, porque ya tenemos circo, ahora falta el pan!