Material narrativo

Pablo Escandón Montenegro

Asistimos a diario a la mejor programación triple A en todos los medios de comunicación, tanto tradicionales como digitales, pues Metástasis, El gran padrino, Plaga, y ahora el allanamiento a la Embajada de México en Quito, nos ha entregado un relato interminable de sagas que son continuación uno del otro.

Y es que, con este desarrollo de tramas, actores y actrices de la farándula, así como implicados políticos, diplomáticos y judiciales, las historias más impensables se desarrollan en los espacios informativos y en las redes sociodigitales, con lo cual ninguna ficción se compara con la realidad de este país que cuenta diversas historias de corrupción, que bien pueden ser vendidas a las plataformas de entretenimiento.

Imagínense a varios actores latinoamericanos interpretando a los implicados reales en estos relatos de corrupción. ¿Quiénes podrían cumplir con el casting? ¿En dónde se grabarían los episodios? ¿Cuántas temporadas se podrían proyectar? Ningún escritor-guionista se le mediría a este reto, pues el relato y las diversas tramas son interminables e infinitas en ramificaciones.

Las grandes empresas productoras deberían afincarse en el país, gracias a la ley de estímulos a la producción audiovisual, y nuestros grandes directores ya deberían mostrar los pilotos para comercializarlos e iniciar las diversas temporadas para multiplataforma. Eso ayudaría mucho a inyectar ingresos por motivo de la economía naranja.

No dejemos perder esta oportunidad de marcar la impronta ecuatoriana, así como calificaron a nuestra selección como “la banana mecánica”, bien puede ser este el momento del despunte de la industria audiovisual gracias al relato de la corrupción: es necesario contar las historias para que no se quede en los informativos.

Allí está el reto de nuestros cineastas, de productores de televisión, de los escritores publicitarios. Es la oportunidad de marcar la industria audiovisual con nuestra perspectiva, porque material no falta.

Lástima que la industria de la narconovela ha decaído y nos faltan escritores de televisión que estén a la altura de Grisham o de Le Carré para contar en tono de espionaje y de novela negra y de enigma.