¿Día de la Felicidad?

Pablo Escandón Montenegro

Hoy es el Día Internacional de la Felicidad, que fue decretado por la ONU en 2012, mediante propuesta del Reino de Bután, donde se prioriza la felicidad de sus habitantes por encima de PIB. O sea, no importa el ingreso económico, sino la satisfacción de ser feliz con lo que se tiene.

¿Ser feliz con lo existente es una postura de conformismo o de estoica satisfacción?  ¿Ser feliz con lo alcanzado o con lo que se posee es muestra de no tener ambiciones de mejora o combatir la ambiciosa intención de poseer por sobre los demás? Son preguntas que nos llevan a reflexionar qué es ser feliz, qué nos da la felicidad y, antes que nada, qué nos hace felices y cómo compartimos esa felicidad.

Por suerte no tenemos al “adalid de la felicidad” en Carondelet, quien hubiera dedicado una cadena nacional para mostrarse tan torpe en su elocuencia.

Y es que la felicidad es un estado personal, que también fue motivo de reflexión académica desde la epistemología del Sur, gracias a ese “ilustrado” economista que presidió la Senescyt y ahora anda de conferencista en universidades de garaje con títulos más cercanos al crecimiento personal desde la felicidad interior del yo no capitalista y deconstruido que se rebela en la fiesta del conocimiento compartido…

Ser feliz con lo que se tiene es mucho más cercano a un voto de pobreza, en todo sentido, pues para qué desear más, para qué acumular más: ¿Ser feliz con el conocimiento escaso y no desear saber más? ¿Ser feliz con las escaseces y no satisfacer las necesidades porque hay que disfrutar lo que se tiene?

La felicidad por decreto es una paradoja que deja de ser espontánea, y si no lo es, no es felicidad. Sea feliz, es una orden, para que sus sentipensamientos deconstruidos los reelaboren en un mejor ser en equilibrio con el cosmos y su entorno, aunque carezca de servicios básicos y no requiera más educación que la ordenada para mantenerlo quieto y feliz.