Nunca más el populismo

Rodrigo Contero Peñafiel

Desde el nacimiento de la República, el pensamiento de los ecuatorianos ha estado a prueba con la actividad social, económica y política que ha permitido servir a la comunidad y satisfacer sus necesidades básicas, a pesar de las grandes deficiencias en salud, educación, vivienda, alimentación y una economía desastrosa que ha llevado al país a perder su libertad, autonomía y democracia ante la demagogia populista incrustada en el socialismo del siglo XXI.

Todos tenemos la libertad de pensar y decidir lo que queremos hacer, actuar conscientemente sin someternos al juicio de alguien que, sintiéndose dueño de la verdad, se permita expresar lo que sentimos como producto de ‘nuestra realidad’ individual y social. No necesitamos que nos den pensando. Pretender romper la realidad entre el yo y el mundo que nos rodea es despersonalizar al ser humano.

El concepto, el juicio y el razonamiento son funciones psíquicas del pensamiento del hombre: del análisis y la síntesis nacen los conceptos; el juicio se forma cuando encontramos la verdad y el razonamiento nos permite llegar a conclusiones. Cuando a través de la corrupción, la mentira, el engaño o la traición se llega a ostentar el poder -amarga experiencia del país con la llegada del populismo- se producen conflictos de gran magnitud que descubre graves problemas de personalidad, que pueden ser advertidos por todos quienes no practicamos la sumisión ni tenemos miedo a decir lo que pensamos.

El hombre es libre mientras su pensamiento y sus reacciones emocionales se encuentren bajo el control de su propia razón, y si estos llegaren a ser superados por el discurso-oferta del engaño donde los viejos esquemas ideológicos siguen presentes ocultando la ignorancia y pobreza de pensamiento de la gente que sigue creyendo en las dádivas como forma de vida. Muchos ejemplos existen en el mundo, donde los pueblos engañados no han podido salir del régimen dictatorial que los oprime y los mantiene en la miseria. Caravanas de migrantes recorren Centroamérica y México en busca del sueño americano, o de algún país que los acoja para poder sobrevivir ante el hambre y la miseria que los agobia.