No se matarán solo ‘entre ellos’

Daniel Márquez

Comienza a popularizarse en el país el argumento de que la ola de violencia que vivimos no es tan grave porque los delincuentes están matándose ‘entre ellos’. Incluso el propio comandante general de Policía, en más de una ocasión, cuando comenta las escalofriantes estadísticas de asesinato —ya casi el doble de las del año pasado— se apresura siempre a añadir que la inmensa mayoría de las víctimas son personas involucradas en el crimen organizado. Curiosamente, otras sociedades solían esgrimir ese mismo planteamiento cuando atravesaban un momento similar; era una idea recurrente en el México de 2006 —cuando Felipe Calderón inauguró la guerra— o en la Colombia de inicios de los ochenta —cuando los sicarios de los carteles parecían todopoderosos—; el problema es que desde entonces ya han muerto casi 300 mil mexicanos y medio millón de colombianos, y los malos no terminan de matarse ‘entre ellos’. Siguen.

Ese argumento parte de supuestos equivocados. El primero es creer que el delincuente es una especie de ‘otro’ —que habita en un compartimento aparte y cuyas acciones no influyen en el resto—, que puede arder sin afectarnos. El segundo es suponer que los delincuentes son una especie de ‘recurso no renovable’.

En toda sociedad hay una diminuta porción de gente genuinamente malvada, así como una pequeña minoría de santos incorruptibles. Sin embargo, la inmensa mayoría de las personas somos altamente maleables e influenciables. La violencia es como un nuevo lenguaje que se expande y su empleo genera una suerte de especialización negativa en una sociedad. Cuando el crimen pulula, por más que se lleve a cabo ‘entre ellos’, la práctica de las actividades legales —tanto económicas como sociales— tiende a debilitarse y cada vez más personas, por simple imitación o falta de alternativas, se ve empujada también al delito. Al mismo tiempo, cada asesinato suele dejar un niño sin padre o una serie de deseafortunados jóvenes testigos, que poco a poco gravitan hacia el mismo oficio maldito. Conforme más criminales mueren, más las bandas se dedican a reclutar —con siniestra habilidad y eficiencia— nuevos cuadros.

Combatir la violencia ‘entre ellos’ es tan importante como apagar un incendio antes de que llegue también donde ‘nosotros’.

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