No resignarse, sino rearmarse

Alejandro Querejeta Barceló

Vamos por tres provincias en “estado de excepción”; los actos terroristas abren un nuevo capítulo en la fuerza del narcotráfico transnacional contra el Estado; se movilizan más fuerzas militares y policiales, y reportan bajas en sus filas; en las cárceles, el traslado de presos genera una letal secuela de muertos y heridos. Se viven momentos sombríos.

¿Es el peor escenario? Es la fiebre de una enfermedad virulenta que medra de nuestra sociedad desde hace mucho tiempo. Es un hecho incuestionable, que la descomposición es generalizada y que cada vez va a más.  Por si fuera poco, la tensión y el oportunismo político no solo se mantienen, sino que se exacerban.

El catastrofismo amenaza con convertirse en el pan cotidiano de una ciudadanía que clama por vivir en paz. El desprecio hacia la vida y los derechos humanos que se evidencian, estremecen en lo más profundo. No hay más remedio que buscar alternativas y frenar tanta tragedia; una política pública de Estado de prevención y fortalecimiento de seguridad.

Es un momento muy crispado, en que, además, la desinformación se usa para crispar mucho más, y hay que atajar de una vez. Lo extremo se torna cada día más normal.

Podríamos animarnos diciendo que todo esto es coyuntural. Hay quienes olvidan, o quieren olvidar, que lo que padecemos es resultado de liderazgos populistas, polarización social y extremismo político, aunados a un deterioro económico que ha empujado a millones de personas a la pobreza y pobreza extrema.

Fortalecer y sanear todas las funciones del Estado es el camino de salida. Como sabemos, sin Estados capaces, no hay democracia, o más bien, no es fácil la supervivencia de la democracia, o al menos la democracia liberal. Intentar explicar las razones y consecuencias de lo que ocurre, pasa por desmantelar las condiciones morales, jurídicas y políticas de la crisis.

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