Lo que mal empieza, mal acaba

Alejandro Querejeta Barceló

Vivir una crisis es malo. Vivir varias a la vez, un desastre. Para bien y para mal, Ecuador clasifica en este último grupo. Más leña al fuego: el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social es el escenario de una de ellas. Un botín que se disputan todos los actores políticos, pero con gran empeño los socialcristianos y correístas. Una vez más, la Constitución es papel mojado.

Entre la opinión pública hay desconfianza. Hay incertidumbre. Para muestra, un botón: la descalificación de la terna para presidente del Consejo de la Judicatura, luego de que un juez impidiera que el Consejo fuera descabezado por esa coalición en la Asamblea Nacional. En consecuencia, hubo un aparente triunfador: el Gobierno. ¿Cuál será el próximo capítulo de esta tragicomedia?

Los autócratas aprovechan la democracia para apropiarse de las instituciones, y destruirla después de conseguidos sus objetivos. Por eso las flores que se han cruzado los líderes de ambas agrupaciones opositoras. Nebot y Correa de la mano, ¿quién lo hubiera pronosticado hace unos años? Muchas preguntas, y pocas respuestas a priori. La verdad no se sabe, todo lo que se diga es aventurar.

Ese abrazo en la mesa mafiosa de la política nacional es uno de los grandes y curiosos misterios de los turbulentos tiempos que corren. El cinismo es también el olvido de las formas. El tiempo dirá si ese romance tiene futuro. La política es un malabarismo de alto riesgo. En realidad, nadie sabe lo que va a pasar. Los problemas son mayores que la voluntad de resolverlos.

La imaginación a veces ayuda y la historia otras tantas. La previsible disputa, no importa cuáles sean los medios, seguirá adelante. La erosión de la independencia y autonomía judicial es para ese dúo una alternativa para suprimir contrapesos institucionales y expandir su poder. Por ahora cuentan con el viento a favor. ¿Y mañana? ¿Quién se estará despeñando por esas escaleras? Esta es una perfecta caja de Pandora.

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