Las mafias sí existen

La gente duda de la existencia de las organizaciones criminales denominadas mafias. Desde luego que no están autorizadas por la Superintendencia de Compañías, aunque veladamente ya tienen ciertas asociaciones legales. La más peligrosa es la del narcotráfico, por su poder económico. El presidente ha manifestado su guerra a muerte a estas organizaciones clandestinas, que aparecen en cada crimen, asalto, soborno u otras formas de corrupción. Pero no es suficiente declararles la guerra a quienes ni contestan a las amenazas. Exige un plan: acabar con el buen negocio del tráfico, impedir que las organizaciones internacionales mafiosas se preparen a la supuesta amenaza de guerra. La simple criminalidad común se puede combatir con medidas adecuadas de prevención, rehabilitación, reeducación, empleo, asunto que saben teóricamente los expertos penalistas.

La posición del Gobierno recuerda cuando en el cuento de ‘El Principito’ se pregunta: “Las espinas, ¿para qué sirven?” y se responde: “Las espinas no sirven para nada. Son pura maldad de las flores”. Pero la rosa se enfada e interviene: “! Ya pueden venir los tigres con sus garras!”. Vino un cordero y se la comió. El asunto de combatir a la delincuencia organizada es más serio y debería existir un plan regional, antes de que tales mafias se apoderen de algunos poderes o funciones, además que le sobran compadres visibles: correísmo, madurismo y ávidos consumidores a los que les importa un bledo su salud, la del país y del mundo.

Con valor hay que decir que el grupo denominado correísmo también es una forma de mafia. Muchos de sus “capos” han sido condenados por delincuencia organizada tras haber esquilmado al país, por más que se digan “perseguidos políticos”; lo de Odebrecht, sobornos, constan en actas y sentencias como dicen los historiadores y juristas.

Hoy es triste. El Partido Social Cristiano y algunos líderes indígenas— no se sabe si por ambición o ceguera— se han sumado en un pacto vergonzoso con grupos que solo han hecho mal al país y que pronto darán el adiós a sus neosocios, quienes se creen más vivos que sus contertulios delincuentes.