Las criptomonedas y la guerra

Esta es, sin duda, una guerra del siglo XXI. Por primera vez, además de esperar ataques por aire, mar o tierra, el ciberespacio o el mundo digital, está convirtiéndose en un nuevo y moderno campo de batalla. No es coincidencia que Anonymous haya apostado por manipular las principales páginas estatales rusas, que Meta y sus filiales hayan suspendido sus servicios en ese país o que las criptomonedas se estén convirtiendo en una fuente de financiamiento para las partes en conflicto. A todo esto se suma la serie de sanciones económicas que ya han impuesto las potencias mundiales para desacelerar la invasión rusa y que demuestran, al menos hasta este momento, que están siendo más efectivas que los militares.

Mientras escribo estas líneas, según reportan varios portales especializados, las donaciones en criptomonedas enviadas en favor de Ucrania, superan los $50 millones. Algo paradigmático y sin precedentes en el mundo cripto, siendo esta la primera vez que su potencial se está midiendo en un conflicto armado, en el cual ambos países las están utilizando como arma de supervivencia. En el caso ruso, es el tercer país que más mina criptomonedas en el mundo, solo por debajo de Kazajistán y Estados Unidos. De allí que, a la luz de las sanciones recibidas, las criptomonedas podrían contribuir a escapar, no se sabe hasta cuándo, ni en qué proporciones, de la angustia económica que ya se siente en ese país tras haber sido eliminado del sistema SWIFT y luego de sufrir el congelamiento de sus activos en el exterior. Sin embargo, es bastante improbable que las principales transacciones rusas (gas, trigo o petróleo) se efectúen utilizando monedas digitales. Aunque a simple vista podría significar una posibilidad para sortear las sanciones, puede que resulte insostenible y provoque la aparición de regulaciones mucho más estrictas en todos los países, deslegitimando al ecosistema cripto y provocando aun más volatilidad en su cotización.

Está por verse cuál será el efecto de la guerra en las cripto. No obstante, las posibilidades son variadas y de todo tipo: puede que el rublo digital termine de desarrollarse y sirva como herramienta de comercio, puede que se utilice el secuestro de datos (como ya lo hizo Corea del Norte) para el robo de monedas digitales y mitigar el impacto de las sanciones; o, puede que el mercado desplome su precio y corrobore su inestabilidad, si la crisis empeora. Lo cierto es que nos da una lectura interesante, que nos mantendrá en vilo a la espera de ver cómo actuarán los estados tras tener en sus manos a las criptomonedas, como un nuevo e importante actor en la geopolítica actual.