La utopía de la esperanza

Alejandro Querejeta Barceló
Alejandro Querejeta Barceló

Las elecciones se plantearon como un plebiscito. Así amanecemos, con un cúmulo de preguntas dándonos vueltas y muy pocas respuestas ciertas. La falta de trabajo, la pobreza endémica, la salud, la educación, el injusto reparto de la riqueza, la maltrecha cultura y el renqueante ‘progreso’ económico constituyen las grandes prioridades de los políticos triunfantes, pero son los ingredientes de la vida diaria de la mayoría de quienes ejercieron el voto a su favor.

Como antes estas son, y seguirán siendo, las grandes prioridades, como tantas otras cosas, que desde hace mucho hemos olvidado. Hasta mayo recibiremos una andanada de expresiones y discursos triunfalistas, más huecos que afincados en la realidad. Esas prioridades seguirán ahí, siempre desafiantes y manipuladas en el proceso electoral que acaba de finalizar y en los que vendrán luego.

Abrumados por una pandemia que a ratos se nos antoja inexpugnable, afrontamos un costo humano desproporcionadamente alto, que se traduce en millones de compatriotas desesperanzados y en un túnel espiritual sombrío.

No cabe seguir dejándonos llevar por la memoria, evocando sucesos del pasado. La única perspectiva que cuenta a partir de ahora no es la ideológica, sino la ajustada a los hechos y a las verdades que la realidad nos pone delante como insoslayables. Entre nuestros compatriotas abundan la resignación estoica y un miedo creciente al amanecer de cada día. Y muy en el fondo un poco de esperanza.

Separar la verdad de la mentira va a ser crucial en este nuevo capítulo de la historia que comenzamos a vivir, en virtud del deseo de la mayoría expresado en las urnas. No hay espacio para insistir en las afirmaciones falsas, la información engañosa, las teorías de la conspiración y la simplificación de la realidad, aunque algunos seguirán con discursos con estos deplorables contenidos. Las perspectivas de renovación, sin embargo, seguirán siendo utópicas.

[email protected]