La política es el arte de gobernar

Rodrigo Contero Peñafiel

La política entendida como el arte de gobernar para bien de la comunidad no cabe en la mente de quienes saben aprovecharse de las debilidades de la democracia, ya que al apropiarse del poder consideran que es un acto de buena fe y buena voluntad, el mandar en la sociedad desde cualquier ámbito en el que se encuentren. La política y la sociedad buscan el bienestar para todos y no solo para un caudillo o un grupo de personas con intereses propios, aislados o descabellados.

La monarquía y la aristocracia se fueron degenerando en el tiempo, ya que la política no tenía cabida en las formas de gobierno de uno o de pocos. La política en la sociedad busca el bien de muchos y no de pocos, es decir, es la voluntad de la comunidad comprometida en buscar la felicidad para todos. La política no es solo para los políticos profesionales, caudillos, movimientos o partidos políticos como se confunde habitualmente en el país, es de todos los ecuatorianos y no puede caer en la mediocridad como quedó demostrado en un ‘debate’ muy mal direccionado por el CNE, donde resaltó la incapacidad e ignorancia.

El respeto a la justicia no tiene confusión alguna. El gobernante y la ciudadanía deben entender que la justicia es la virtud que permite la “distribución equitativa de los bienes y los males que a cada quien le corresponde”, y la ética es la “disciplina filosófica que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano”. Los politicastros no pueden entender que el pueblo es el que posee la soberanía y, así como les entrega autoridad, les retira.

El hombre por naturaleza es un animal político; quien piense diferente es porque vive sin ley, normas ni principios que rigen la convivencia en sociedad. Quienes ejercen la política como profesión, y que los hay muchos, deberían entender que la democracia se practica en las urnas, donde nace la decisión del pueblo ubicándolos en un estatus presidencialista o parlamentario para dirigir el país. El arte de gobernar es para bien de todos sin excepción; por lo tanto, hay que respetar la ley, vivir como ciudadanos honestos, dignos, equilibrados y con una ética y moral intachables.