La hora de la reflexión

Rosalía Arteaga Serrano

Las jornadas electorales dejan en las personas una  mezcla de cansancio y de euforia —lo sé por experiencia propia—; cansancio luego de los días y semanas agotadoras, sea que las campañas se realicen con recorridos extensos, con visitas a lugares, o que se lo haga a través de las redes sociales, del internet, de las posibilidades enormes que brindan las modernas tecnologías; euforia en los triunfadores, la alegría de haber ganado una elección y conseguido la meta inmediata que significa triunfar en un proceso electoral.

Pero por otro lado, debe venir la reflexión profunda sobre la enorme responsabilidad adquirida para con los electores, para con sus respectivas circunscripciones territoriales, para perfeccionar el cómo se va a cumplir con las ofertas que se hacen en el fragor de las campañas y con miras a complacer las aspiraciones de los votantes, pero sobre todo con la convicción cívica de que no se pueden defraudar los intereses colectivos y que se debe ser creativo, tenaz, ético, si queremos que los pueblos avancen y no se traicione la fe pública.

En este sentido, como ya lo he mencionado en anteriores oportunidades, el ser una autoridad local reviste una enorme importancia, provista por la cercanía que los ciudadanos tienen para con su autoridad, llámese miembros de las juntas parroquiales, concejales, alcaldes, prefectos provinciales, y con la expectativa que se genera de que se satisfagan las necesidades cotidianas como un eficiente servicio de recolección de basura, provisión de agua potable, de energía, facilidad para moverse, seguridad, preocupación por la buena calidad del aire, y un largo etcétera que redundará sustancialmente en mejora de calidad de vida.

Vale la pena entonces que, quienes han sido favorecidos con el voto popular, hagan un alto a la algarabía de la campaña y se pongan a trabajar intensamente, preparando equipos y diseñando o perfeccionando estrategias en este precioso tiempo que media entre la elección y la posesión de las nuevas autoridades.

Otro tema que salta a la vista es el que los nuevos electos deben evitar el usar los cargos para los que han sido elegidos como una especie de trampolín para futuros cargos. Es una lástima pensar en que muchos de los ganadores desde el inicio mismo de su gestión tienen en mente y en la mira la reelección o el acceso a un cargo de mayor jerarquía. ¡Qué grave error! La mayoría cae en él. Por ello se desperdician tiempos y se incumple con los deberes que entrañan los cargos por los que lucharon y para los que fueron elegidos.

Hora de reflexión, sí, porque es necesario pensar antes de actuar, dirimir entre lo que es importante y lo que simplemente luce atractivo pero que no va al meollo de la solución de problemas. Dejar de pensar solo en la competencia y el fragor de la política y trabajar más en la solución de problemas, en la visión de futuro, en no cometer los errores del pasado.