¿Sabotaje o narcoestado?

Kléber Mantilla Cisneros

Daniel Noboa inició su gobierno con un pacto legislativo con el correísmo que ahora le cuesta. Él tiene que enfrentar a una burocracia peligrosa enquistada en los sectores estratégicos. ¿No será que persisten los cortes de luz por una sarta de errores e improvisaciones? ¿Sequía o demora en la compra de barcazas y motores generadores de electricidad? ¿Es creíble que vaciaron la represa Mazar para colapsar las hidroeléctricas? ¿Quién lo demuestra? ¿O será que los exministros Medardo Cadena y Esteban Albornoz están detrás del ‘sabotaje‘ enigmático en que insiste Noboa? ¿Mentira política o chivo expiatorio; hoy, la ministra Andrea Arrobo; y, antes, Xavier Vera y Fernando Santos? ¿No será el intocable narcorreísmo vivo, duro e impredecible que nadie ha desbaratado?

Pues, revisemos la arquitectura de corrupción y de sobreprecios en las hidroeléctricas, los contratos de las empresas distribuidoras de electricidad y la compra de megavatios confundida entre declaratorias de emergencia. Por años no hubo rendición de cuentas a contralores (Carlos Pólit o Pablo Celi) y fiscales (Galo Chiriboga o Carlos Baca) cómplices del gran atraco. Ellos fueron la envoltura del discurso del cambio de matriz energética glasista y de la apoteosis del narcotráfico junto a oscuros mecanismos de lavado de dinero. Resulta poca cosa la militarización actual de cárceles sin releer la historia.

Es que el narcotráfico está activo en el factor ideológico; en lo político del neomarxismo regional, en la dictadura de la pesadilla venezolana de esa voz seca de Nicolás Maduro y en el acoso al oído del mexicano Andrés Manuel López Obrador; en el pensamiento líquido fetichista de la lucha de clases tras el eufemismo llamado ‘progresismo’; en la poesía romántica indigenista y en los formatos de comunicación y de esparcimiento de lo tecnológico; en lo imprescindible del miedo colectivo y en todos los espacios donde se le permite su acción y financiamiento. De ahí, la necesidad de detectar las rutas del dinero malhabido en transnacionales de la termoelectricidad, en petroleras, mineras, y en las calamidades de nuestros servicios básicos: luz, agua y combustibles. Los asesinatos, ya casi frecuentes, de varios alcaldes son una mecha encendida de redes criminales por explotar.

La narcopolítica sigue en el sector energético y permite entreverar cargos públicos y situaciones, un nepotismo de capricho y el soborno desgarrador. Insignificante fijar días de asueto y populismo penal como salida a la pésima herencia de los gobiernos pasados. Si no se depuran justicia, ministerios, partidos políticos, superintendencias, sindicatos y universidades, es muy difícil enrumbar a la nación.

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