Intentemos ser razonables

Dice Chesterton que él se había pasado la vida comprobando que tenían la razón los demás. Esta es una aspiración de todo hombre que quiere ser razonable. Hay que oír a los demás, sobre todo el gobernante debería oír a los gobernados, pues no puede actuar en contra de su voluntad. Aquí una observación: si bien el pueblo es soberano, es limitado, pues puede caer o ha caído, como en el Ecuador y otros países, en manos de delincuentes, que alguien denomina demagogos. Tenemos el vivo ejemplo de Correa y su Corte de los Milagros, hoy en la Asamblea Nacional tristemente aliada con el Partido Social Cristiano y la Izquierda Democrática.

El pueblo no puede huir de la realidad, pues es lo más difícil que existe, como lo confirma la historia y lo repiten cada vez los pensadores más serios. Individualmente, generalmente somos malos jueces; es cuestión de leer las barbaridades que se dicen y sentencian en las redes sociales —que no son sociales sino individuales, por eso egotistas—, individuos convertidos en acusadores, fiscales y jueces, sumando además insultos y calumnias. Pero, en conjunto, el pueblo es buen juez siempre, siempre que no le hayan lavado el cerebro o no actúe éticamente.

Estemos o no de acuerdo parece razonable una consulta sobre seguridad e institucionalidad, ya que se necesita primero que haya orden en casa. Consulta sobre lo económico daría respuestas inútiles frente a la realidad que se mueve por inversiones, aspiraciones laborales, mercados locales y globales. La Constitución, así repugne a dogmáticos constitucionalistas, no es una camisa de fuerza, es una norma suprema pero hipotética, que debe ser aplicada razonablemente en cada caso y en interés de la mayoría. La Corte Constitucional no está integrada por robots legales; sus miembros son humanos, ecuatorianos, versados en lo jurídico, que deben ver más allá de rigorismos académicos o ideológicos (bastante velados).

Se dice que promulgar una ley o aprobar una consulta es un buen comienzo, pero que hace falta hacer todo lo demás, que es casi todo, y que generalmente no se lo hace. Amanecerá y veremos. No hay que perder la esperanza.