Ganó Lula: ¿Vuelve Odebrecht?

Ugo Stornaiolo

La memoria tiene piernas cortas. El triunfo del candidato del Partido de los Trabajadores fue muy ajustado (la diferencia fue de solo dos millones de votos). Brasil escogió la posibilidad de la corrupción frente al extremismo. Lula representa esos tiempos, no solo en el gran país, sino en toda la región, por Odebrecht, por los sobornos y coimas en altas esferas del poder. “Entre un corrupto y un autoritario me quedo con el primero”, dijo alguien que votó por Lula.

La tendencia del socialismo del siglo XXI se impone, pese a los fracasos en países como Argentina, Venezuela o Chile, y estaría por verse lo de Petro en Colombia, que arrancó mal. Los seguidores se frotan las manos: solo faltan Uruguay y Ecuador. Los resultados económicos, como se sabe, serán desastrosos, porque así es el populismo de izquierda.

Jair Bolsonaro tampoco era una buena opción, porque así como el radicalismo de izquierda es negativo, también lo es el populismo de derecha. Dados los apretados resultados de esta elección y de otras como en Colombia y Chile, se muestra que existe polarización y división en las sociedades sudamericanas. Las votaciones se deciden a último momento, frente a las urnas, lo que hace complicado estudiar el comportamiento de los electores.

“Casi fui enterrado vivo en este país, considero este momento como una resurrección”, decía un eufórico Lula tras conocer los resultados en la tercera ocasión en que capta el poder. El exmandatario que estuvo preso por delitos de corrupción prometió en campaña no reelegirse y limpiar la mala reputación de sus dos períodos de mandato.

Con 77 años, más calvo y envejecido, preso por casi dos años (2018-2019) y aún con sentencia en firme. Aunque ofreció lo contrario, podría asumir más de un mandato, incumpliendo su promesa de segunda vuelta (lo han hecho todos los socialistas del siglo XXI). Tendrá oposición en el Senado, Congreso y gobernaciones, donde Bolsonaro consolidó mayorías que mantendrán vigente al exmilitar en la palestra. Sus seguidores no reconocen el triunfo de Lula en las calles.

Lula y su partido, el PT, deben borrar la huella de la corrupción de Odebrecht. El expresidente apoyó personalmente la presencia de esa empresa en obras de infraestructura en toda la región, algo ya denunciado por la operación Lava Jato. Difícil será para Lula recuperar la confianza de la mitad de los votantes, que no creyeron en su oferta de no repetir los escándalos de corrupción. El epílogo sería: “de la cárcel por corrupción a su renacer político”. Que no fracase otra vez.