El arte de mentir

Rodrigo Contero Peñafiel
Rodrigo Contero Peñafiel

No es fácil eliminar un hábito tan arraigado en la población. A veces, para agradar a alguien o sentirse bien, se dicen cosas que no son verdaderas; así se gana la voluntad de otras personas. Para conservar amistades o causar daño, la mentira es la tabla de salvación del momento; inventar o forjar hechos irreales para proteger a otras personas es solo un síntoma de la mitomanía imperante en el sistema judicial, en el que la corrupción tiene mil caras y sus actores el cinismo de practicarlo. Las buenas costumbres requieren de sapiencia, equilibrio emocional y personalidad bien formada.

Muchas veces se pregunta solo lo que se quiere escuchar. Se pone en apuros a otras personas para que digan algo muy difícil de contestar. El afán es oír de alguien frases agradables que eleven el ego de sus actores para hacer creer que todo está bien. Las mentiras prosociales o piadosas invaden las redes sociales, a favor o en contra de determinadas personas o grupos, para ampliar o reducir su popularidad. La finalidad es tener más amigos, siempre en función de una mentira o verdad a medias, para obtener recompensas o proteger a forajidos y otros malandrines de algún castigo, generar admiración de los que escuchan o leen, escapar de situaciones incómodas o ejercer poder sobre los demás.

La política ecuatoriana está inundada de cleptómanos profesionales, jefes de mafias o malandros que se burlan del sistema de justicia, constituyendo una afrenta para la gente honesta y respetable, que observa indignada como la institucionalidad del país se ve seriamente afectada. Todos debemos ser honestos con nosotros mismos, conocer nuestras motivaciones, debilidades, virtudes y asumir la responsabilidad de nuestros actos; la mentira patológica abriga intenciones vanas y maliciosas que cargan con el peso moral de la conciencia.

Todos estamos obligados a predicar con el ejemplo: políticos, jueces, gobernantes y delincuentes juegan con la honestidad y dignidad de las personas; los deshonestos mienten con mucha facilidad. El honor y la dignidad del país ha ingresado a terapia intensiva; es recomendable, entonces, hacer una gimnasia mental que evite encubrir la mentira y la sinrazón.