La ilusión de gobernabilidad

Daniel Márquez Soares

Este momento, sobran los motivos —especialmente económicos— para preocuparse seriamente por el futuro a mediano plazo del Ecuador. Pese a ello, impera este momento en el país un curioso clima de concordia, como si estuviésemos en buen camino. Este peligroso espejismo se sostiene en diferentes puntales; uno de ellos es la artificial atmósfera de entendimiento que prima en la Asamblea Legislativa. No es que la sociedad haya superado la polarización o abrazado causas más racionales, sino que contamos este momento con un Legislativo muy poco representativo de la verdadera correlación de fuerzas políticas. Esa ilusión de gobernabilidad se desbaratará estruendosamente en las próximas elecciones.

El país se ha malacostumbrado a ignorar a Pachakutik. La apabullante derrota de Yaku Pérez en las últimas elecciones dejó en claro que la fuerza detrás de la gran conquista electoral de 2021 no era el candidato, sino el partido. Ahora, por un capricho burocrático, el movimiento indígena está ausente del Legislativo, pero eso cambiará el próximo año. En tanto, Leonidas Iza, por medio de un meticuloso trabajo interno, se ha encargado de radicalizar al partido, por lo que es justo esperar una fuerza política muchísimo más intransigente. Al mismo tiempo, crecen en el mundo una serie de tendencias políticas antisistema, agrupadas bajo el amplio término “woke”, que carecen de un justo representante en Ecuador, especialmente desde el correísmo se convirtió en una fuerza rentista autoritaria más. Lo más probable es que esas corrientes también terminen confluyendo en el Pachakutik de Iza.

Luego, el azar quiso que Construye se sumergiera en la ilusión de que es un actor político consistente —algo similar a lo que le sucedió a la Izquierda Democrática en 2021—. Lo más previsible es que, en los próximos comicios, su fuerza se disipe, tal y como suele sucederles a los amantes de las indefiniciones. Sin embargo, a algún lado tienen que irse los votos de la “derecha” o del simple anticorreísmo, y lo más probable es que sea el propio partido del ahora presidente Daniel Noboa el que, enfrentado a la Revolución Ciudadana en las próximas elecciones, sume una fuerza insospechada.

Con nuevo brío, ADN podría quitarse la máscara de jovialidad a la que ahora está condenado. A eso habrá que sumarle un Pachakutik radicalizado, con esa fiel fuerza de al menos un quinto del electorado ecuatoriano. Por último, la sombra del correísmo, envejecido y desgastado pero siempre presente, seguirá planeando, más aún tras suplantar definitivamente al descalabrado Partido Social Cristiano. El escenario sería más caótico, pero también mucho más sincero. La gobernabilidad actual es apenas una ilusión, y por ello es que no se ha podido llevar a cabo ninguna reforma estructural.