Demasiado breve

Daniel Márquez Soares

Vivimos bajo el imperio de lo breve. La sobreoferta de información y la crónica prisa de la gente exigen que todo sea corto, rápido y conciso. Se busca que todos terminemos aceptando, inconscientemente, que velocidad y brevedad son siempre equivalentes de inteligencia y verdad. Ello va de la mano, en tanto esta nueva realidad es en gran parte producto de las nuevas herramientas de comunicación, de la creencia de que el progreso tecnológico siempre es bueno para nuestra psique.

Son postulados discutibles. A estas alturas ya deberíamos estar dispuestos a considerar la posibilidad de que toda esta pasión por lo breve no venga de que estamos más apurados, sino de que simplemente nos estamos volviendo cada vez más tontos. Conforme vemos los efectos de los teléfonos, cada vez resulta más difícil creer en el dogma de la bondad de la tecnología. Quizás nos gusta comunicar rápido y en secuencia simplemente para tapar huecos evidentes. Puede ser que seamos breves simplemente porque en verdad no tenemos mucho que decir. Tal vez, incluso, la audiencia exige mensajes cortos y concisos porque no quiere arriesgarse a que un conocimiento demasiado profundo la saque de su sopor.

Ahora con el presidente Daniel Noboa esta pasión por la brevedad amenaza con convertirse en parte de la doctrina oficial. Los aduladores de turno —aquellos que se encargan de convencer a cualquier mandatario de que es la persona más brillante que jamás ha ocupado el cargo— buscan persuadirlo a él y a la ciudadanía de que un presidente que apenas hable, y que cuando lo haga sea a través de píldoras en redes sociales, es algo positivo. Esa escuela de comunicación política, que suele pecar por sobrevalorar la propia audacia y subestimar la fuerza de la realidad, ya ha enterrado abundantes gobiernos gracias a artimañas como esa.

Ojalá que esta ‘rapidez’ de moda le dure poco al presidente Noboa, que poco a poco, aunque parezca improbable, aprenda a hablar más y a explicar mejor. Enfrenta problemas enrevesados y complejos —que no pueden explicarse ni aprenderse en ‘menos de dos minutos’—, y para conquistar el apoyo popular que se requiere para enfrentarlos, necesitará una comunicación profunda y constante. La gente necesita sentir que hay alguien conocedor al mando.