Corea del Sur: desarrollo económico y subdesarrollo social

Corea del Sur tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. En enero de 2022, según la Secretaría Nacional de Estadística de ese país, reportó que van 74 meses consecutivos de caída interanual. Lo que resulta más preocupante para los asiáticos es que a inicios de este año el número de muertes superó al de nacimientos.

Estos datos no me habrían impactado tanto si antes no hubiese leído la novela de Cho Nam-Joo’s Kim Jiyoung, nacida en 1982, que fue publicada en 2016 y traducida a 18 idiomas en 2020, con un éxito rotundo que superó el millón de copias vendidas. Pero ¿cuál es la relación entre las estadísticas de natalidad de Corea del Sur y el libro?

Se podría resumir así: la ausencia de políticas públicas con respecto a la maternidad, el alto costo de vida y la despiadada discriminación de género. Factores que llevaron a Cho Nam Joo a escribir una historia que, a través de su protagonista, retrate la situación de la mayoría de las mujeres surcoreanas. Según su autora, a las personas de su género se las consideraba ciudadanas de segunda clase. Una situación que con los años ha cambiado poco.

De hecho, en una entrevista al periódico inglés The Guardian, dijo que su papá y su tío habían llegado a un acuerdo: si nacía hombre le entregaban al cuidado y adopción de su tío. Aquel familiar tenía cinco hijas, una suerte de maldición en una sociedad patriarcal.

La protagonista de la novela cuenta cómo, ella y su hermana, recibían menores raciones de comida con respecto a su hermano; compartían habitación y no tenían los privilegios del hombre. En la universidad recibía calificaciones más bajas y su posibilidad de incorporarse a la vida laboral fue más complicada. Obviamente los salarios eran abismalmente distintos entre hombres y mujeres.

Aunque Corea del Sur se proyecte hacia el mundo como un país desarrollado y moderno, internamente mantiene distancias que encienden las alarmas. Brechas gigantes que hacen que las nuevas generaciones no quieran tener familia. En ese país el aborto, por razones médicas, está vigente desde los ochenta. A finales de esa década y principios de los noventa, se reportó que la mayoría de los fetos abortados correspondían al género femenino. La cifra evidenciaba que “ser mujer” era un problema médico que había que remediar.

En la actualidad, el valor del alquiler es tan alto, que las parejas jóvenes ven casi imposible mantener una familia. A esa situación se le suma que las políticas de maternidad son prácticamente inexistentes, lo cual obliga a las mujeres a quedarse en casa al cuidado a sus hijos. Pero, con el alto costo de vida, no se puede depender de un solo ingreso familiar. Como respuesta, los embarazos disminuyen.

Como lo expone Melinda Gates en su libro The Moment of Lift, “el empoderamiento femenino eleva la productividad de las sociedades globales”, pero, si a la mujer se la tira hacia abajo, la sociedad completa cae.