¡Asómbrese e indígnese!

El ecuatoriano tiene una maestría en no sorprenderse ante nada, lo cual, en la práctica, resulta ser bastante triste. Esta falta de asombro nos ha llevado a normalizar comportamientos en todos los ámbitos de la sociedad, desde la forma de manejar, hasta los más sonados actos de corrupción. Nada, nada, nos sorprende.

Albert Einstein, en su ensayo ‘What I Believe’ (Lo que creo), nos dejó una extraordinaria frase que me permito reproducir para que se asombre, al menos, leyendo esto: “La cosa más bella que podemos experimentar es lo misterioso. Es la fuente de toda verdad y ciencia. Aquel para quien esa emoción es ajena, aquel que ya no puede maravillarse o extasiarse ante el miedo, vale tanto como un muerto: sus ojos están cerrados”.

Esto lo dijo uno de los hombres más inteligentes e influyentes en la historia, por lo que me permito manifestar la inmensa preocupación que representa la falta de asombro de los ciudadanos ecuatorianos. Parecería que normalizamos la belleza de nuestro país y dejamos de valorar su esencia y sus colores. La mayoría de las personas no se asombran con el macizo montañoso que rodea la ciudad de Quito, ni con los cerros de Guayaquil, menos aun con la belleza del Tomebamba en Cuenca, y las demás maravillas del Ecuador.

Pero lo más grave es que también dejamos de sorprendernos por el sicario, por los robos, por la corrupción campante, por la falta de desarrollo social, por las injusticias, por la mendicidad, por los malos políticos, y por los tantos desastres que agobian este país. Normalizamos, tristemente, que vivimos en un país que no está bien, que está enfermo y necesita un suero a la vena que le dé potencia para seguir adelante y sobreponerse de todos los males que hemos arrastrado por años. Hemos normalizado vivir en una realidad en la que abunda la falta de oportunidades, y nos hemos vuelto conformistas con esta situación, al punto de no ver el potencial que tiene el Ecuador por su belleza, por su diversidad, y por el talento que tienen los ecuatorianos.

Hago esta reflexión como un llamado al asombro y a la autocrítica. Así que, el día de mañana, asómbrese, por favor, de estar vivo; asómbrese de poder tener otro día para mirar la luz del sol. Pero también asómbrese e indígnese de ver jueces corruptos, políticos ladrones y narcotraficantes en el país, porque le aseguro que es la única forma de que llegue a la reflexión de que el Ecuador merece algo mejor.