Todo está sobre la mesa

Alejandro Querejeta Barceló

Todo esto está sobre la mesa y la expectación no puede ser mayor. Se requiere ser radical, es decir, ir a la raíz del problema, pero si la economía no prospera, si no hay más empleo y menos desigualdad social, pobreza y marginalidad, pero, además, si no se combate con eficacia la corrupción y se fortalecen el sistema judicial y el represivo, habremos dado un paso adelante y dos hacia atrás.

Hay que ir al estómago de las mayorías, al bolsillo, a los problemas de salud, a la educación y a la cultura; hay que mirar de frente la realidad de esa mayoría pobre o empobrecida, que es presa fácil de la delincuencia. Cada ciudadano teme por su vida, su familia, su propio sostenimiento o sus propiedades. Hay que dejar atrás el ambiente de rendición, de fracaso, de corrupción y violencia.

Los recientes acontecimientos apuntan a que necesitábamos líderes que nos dijeran a viva voz por dónde salir y qué hacer. El presidente y su equipo tienen entonces que forjar un escenario donde la confianza sea un ingrediente fundamental. Por primera vez las mayorías sienten que se libra una contienda a su favor de ideas, de principios y una búsqueda concreta del bien común.

En nuestro país cada vez que se toma el camino hacia la puerta de salida, por la de entrada asoman viejos fantasmas. Entonces hay que actuar y no “dormirse en los laureles”. Todo, todo está por verse. La palabra libertad es sinónimo de verdad y, en nuestro caso, una verdad que siempre está en construcción. Este país es nuestro y resultado de nuestras decisiones.

El terreno de juego ya está delimitado. No hay casualidades. No es una categoría política, sino moral. César Vallejo, el gran poeta peruano, alguna vez escribió: “Amanezco en el mundo y con el mundo, en mí mismo y conmigo mismo”. Esto nos cae “como anillo al dedo”. No hace falta ir muy lejos para constatarlo. Separar la verdad con la mentira va a ser crucial en este nuevo capítulo de la historia que comenzamos a vivir.

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