Hundidos en la informalidad

Los seres humanos estamos condenados a actuar para sobrevivir. A diferencia de las plantas, morimos si optamos por permanecer inmóviles. Sed, hambre, inclemencias del tiempo, enfermedades que requieren atención permanente, depredadores, otros humanos; la lista de los elementos que acaban con nosotros tarde o temprano cuando no hacemos nada es amplia. Estamos montados en una caminadora en la que tenemos que andar para vivir y, si nos detenemos, nos arroja primero a la miseria y luego a la muerte. Se trata de una obviedad que solemos olvidar cuando analizamos a la sociedad en su conjunto.

Los gobernantes, políticos y líderes de opinión tienden a subestimar el deseo y la capacidad de sobrevivir y superarse de las personas corrientes. Olvidan que, ante un error o un colapso del sistema, los seres humanos no se marchitan y mueren como flores indefensas, sino que tarde o temprano comienzan a operar al margen de este. En el caso de Ecuador, ante la crisis actual y la obsolescencia del marco legal que rige nuestra economía, presenciamos una caía acelerada del sector formal, aquel que paga impuestos, dialoga con los gobernantes e intenta acatar todas las leyes, por más absurdas o injustas que sean. El resultado de esto no es una proliferación de hambre y desocupación, sino un aumento acelerado de la actividad económica informal. Este fenómeno ya era típico de Ecuador, pero ahora aumenta a niveles antes impensables debido a la tecnología.

La informalidad es como un medicamento extremo para casos de vida o muerte; salva, pero no debe usarse todo el tiempo debido a sus durísimos efectos adversos. Debido a su carácter subterráneo, mantiene a la sociedad a ciegas con respecto a la verdadera situación de la economía, impide la cooperación a gran escala y es incapaz de competir contra esfuerzos más organizados que vienen de afuera.

Las personas regresan voluntariamente al sistema si las condiciones que este ofrece resultan mejores que el costo que impone la informalidad. Para reconstruir su economía formal, Ecuador tendrá pronto que plantear un nuevo marco legal acorde al mundo actual. Nada tiene que ver con “dar trabajo”, en tanto la gente está trabajando y jamás ha dejado de trabajar, sino con, de una vez por todas, trabajar juntos.

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