Para el siguiente minuto es tarde

Víctor Cabezas

Los adultos regularmente reprochan a los jóvenes que el mundo de hoy es muy distinto al de sus tiempos y que la tecnología ha facilitado la vida de una forma que ellos jamás hubieran podido imaginar. En mis clases de Derecho, los profesores nos decían que, en su tiempo, la composición de un ensayo o de un alegato jurídico era un trabajo monumental, pues debían acudir a los libros y a las viejas y enormes gacetas judiciales para buscar argumentos para sustentar sus estudios. Hoy basta con un clic para conseguir una cantidad enorme de información perfectamente filtrada, procesada, auténtica y lista para su utilización.

En la música, nuestros padres debían esperar meses o años para conseguir el disco de su banda preferida. Seguramente los jóvenes no recordarán lo difícil que era conseguir el CD que uno deseaba, peor si no correspondía a los artistas de las listas Billboard. ¿Se han dado cuenta de cómo ha cambiado completamente la manera en que vemos televisión? Atrás quedaron los días en que debíamos aguardar ansiosos hasta la noche para ver el capítulo de la novela.

Netflix nos permite decidir qué día, en qué momento y en qué cantidad ver nuestra serie preferida. Y la lista sigue, pensemos en las compras y la facilidad que tenemos de adquirir cualquier cosa en cualquier parte del mundo y tenerla en el término de la distancia en la puerta de nuestra casa.

La inmediatez es uno de los rasgos de la sociedad moderna, lo que trae cosas positivas y negativas. Entre las negativas: dejamos cada vez menos tiempo para actividades como la lectura, el arte y el mismo curso de la vida. Hoy lo queremos todo rápido. Si Google tarda tres segundos, ya falló. La tecnología nos ha enseñado que la vida pasa en segundos y que si el internet tarde un minuto, ya está tarde.

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