Apolíticos económicos

Manuel Castro M.

El mundo marcha aceleradamente en lo tecnológico, mientras los grandes políticos se maltratan entre sí por la hegemonía política (Rusia) o por el petróleo o por regresar a ser grandes (como ofrece Trump a los Estados Unidos).

Mientras los “locos” quieren gobernar el mundo: los ayatolas (mediante el uso de la religión), los supremacistas blancos, los socialistas del siglo XXI (Maduro, Ortega, los Castros, Evo, los Kirchner), los ultraderechistas (Trump, Bolsonaro, la Le Pen), pronto la inteligencia artificial, los carros eléctricos, dejarán atrás a a los salvadores sociales.

Desgraciadamente tales adelantos científicos no superarán la pobreza, las desigualdades, las injusticias, pues la ciencia no tiene una ideología benefactora, ni conoce de ética social, que sí la pueden lograr auténticos estadistas, que hacen suya la sentencia del sabio Tales de Mileto: “Nunca gobernarás bien a los demás, si no empiezas por gobernarte bien a ti mismo”.

En el Ecuador nuestros gobernantes no se gobiernan bien a sí mismos, mucha palabrería y afán de quedar bien u obtener votos. Tenemos el petróleo y no tenemos una política energética. Asusta que pronto ese bien no será tan necesario en el mundo, por tanto, las reservas tenemos que aprovecharlas oportuna, pero honradamente.

Aún opinan que el producto de su venta tiene que convertirse en ahorro. Ciertas fuerzas sociales legítimas exigen distribución de la riqueza, equidad, pero carecen de conceptos económicos elementales. La razón es que viven del discurso, elemento exitoso del populismo de izquierda y derecha o de su mezcla demagógica.

Con gran sentido común se exige la expedición de leyes laborales, fiscales, tributarias, sin las cuales el país estará estancado: sin inversiones externas ni internas, pues la inseguridad jurídica, los posibles impuestos, crean algo invisible e invencible: el miedo. Además hay un miedo nuevo: el imponer la ética (no la moral que es variable), el civismo, la educación humanística (conocer el arte, la ciencia, la filosofía).

Eclesiastés: “Quien acrecienta el saber, acrecienta el trabajo” Nada es fácil.

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