Perseguir los frutos de la corrupción

Rosalìa Arteaga Serrano

Mucho se habla sobre los escándalos de corrupción de la década pasada, hay personajes que se han dado a la fuga, otros que se mantienen silenciosos para evitar que las miradas caigan sobre su accionar y sobre sus personas, sin embargo el común de las personas sentimos que se hace muy poco o casi nada para recuperar los dineros mal habidos, aquellos que se acumularon de forma fraudulenta.

Esa preocupación va mucho más allá de un tema económico, tiene que ver con la salud mental de los ecuatorianos, con la convicción de que el crimen paga, de que las cosas se olvidan o se hacen a medias y finalmente los pillos se quedan con el dinero fruto de los perjuicios causados al Estado y por lo tanto a las personas.

Por ello se hace indispensable el que se generen todas las leyes y las acciones que hagan falta para que ningún dinero mal habido se quede en las manos de los delincuentes, especialmente de los de cuello blanco, que hasta hace poco se llenaban la boca con la proclama de su inocencia.

Habría que imitar lo que hizo el Estado de Israel cuando se dedicó a perseguir a quienes habían sido los causantes del Holocausto judío y que no descansaron hasta descubrir a los que cometieron los crímenes atroces.

Aquí se trata también de crímenes en contra de la fe pública, del erario nacional, de la posibilidad de surgir de un país entero, de las posibilidades de salud y educación de calidad para todos.

Ya hemos manifestado en otras oportunidades que es necesario que los bienes de los delincuentes reviertan al Estado, que se agoten todos los caminos legales para que ningún criminal de este tipo goce de sus fortunas y dineros estafados en contratos millonarios que se ejecutaron de muy mala manera, con sobreprecios y coimas evidentes.

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