Tungurahua, se incrementan atenciones de salud mental a niños

A partir de la pandemia, la ansiedad y estrés en los menores de edad se ha elevado.
ILUSTRACIÓN. A partir de la pandemia, la ansiedad y estrés en los menores de edad se ha elevado.

“Mi mami siempre dice que ya mismo se acaba la pandemia y que tenemos que volver a la escuela, pero yo tengo miedo, es que no quiero que por mi culpa se contagien mis abuelitos”, dice Nicole quien tiene apenas seis años.

Sobre ella se siente la presión indirectamente impuesta a partir del covid y que, ha decir de los expertos, no les corresponde a los niños lidiar con esa responsabilidad social.

“Yo si quiero volver a la escuela, extraño a mis compañeros, pero también tengo miedo, mi mamá dice que si nos contagiamos nos podemos morir y que es mejor seguir recibiendo clases en la casa. A veces pongo atención pero, otras veces me dan ganas de jugar con mis cosas, eso me pone triste, todo el día pasamos aquí y ya cansa”, asegura Dilan, hermano de Nicole y quien tiene 8 años.

Atenciones psicológicas en niños

El mundo ya cumple dos años desde el inicio de la pandemia. Las consecuencias de salud, económicas y sociales son notables.

Esto ha generado que los padres busquen mayor soporte psicológico para sus hijos.

Luis Lozada, responsable de Salud Mental de la coordinación del Ministerio de Salud Pública, comenta que en esta jurisdicción las consultas en esta rama, para menores de edad, se incrementaron en un 39% en 2021 respecto a 2020.

Lozada asegura que hay cuadros de ansiedad que han sido detectados en niños de edades comprendidas entre los 5 y 9 años.

 

CIFRAS: 
- 67 ATENCIONES A niños se incrementaron entre 2020 y 2021 en el área 
  de Salud Mental de la red de salud pública en Tungurahua.
- 172 ATENCIONES En salud mental a menores de edad se dieron en 2020.
- 239 ATENCIONES De salud mental a menores de edad se registraron en 2021

 

En 2020, un total de 172 infantes fueron atendidos en el área de Salud Mental, mientras que para 2021 la cifra subió a 239.

“Los familiares que llevan a los menores a las consultas refieren que los niños están más irritables y muestran otros cambios en el comportamiento, lo que es mal entendido como que el niño es malcriado o mal educado, pero es conveniente asociar esto a repercusiones emocionales que tiene el ambiente en ellos”.

Para el profesional, los últimos dos años han generado, en este grupo vulnerable, reacciones propias al encierro del que han sido víctimas además, de haber sido los últimos en recibir la vacunación.

“Ese ambiente les vuelve más vulnerables, el factor de sentirse en peligro es lo que ha generado estrés en las personas”, sostuvo el especialista.

 

EL DATO
Para los profesionales en el área, los cambios de comportamiento 
de los menores son una forma de detectar que padecen algún trastorno.

 

Consecuencias preocupantes

“Los estudiantes son los más gravemente afectados debido a que se han limitado procesos de socialización y afecta el lenguaje en estudiantes, entre otras destrezas”, sostiene Luis Villacís, psicólogo estudiantil.

Para Villacís, las esferas de comunicación entre niños es importante, pero como ya ese compartir fue mermando a partir de la pandemia, “han perdido la capacidad de comunicarse y explorar el mundo, además de interactuar con compañeros, docentes y provocar un aprendizaje interactivo”, acotó. (MAGC)

 

#Liberenalosniños

Es el hashtag con el que Claudia Tobar, directora del Instituto de Enseñanza y Aprendizaje de la Universidad San Francisco de Quito y doctora en Educación ha iniciado una campaña para determinar las secuelas que el confinamiento de la pandemia ha traído sobre los niños y niñas.

Para la especialista, los menores en situación de pobreza, son cuatro veces más propensos a trastornos mentales. Según la experta, este dato fue extraído de informes levantados al respecto, por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

 

Escuelas son seguras

Claudia Tobar, directora del Instituto de Enseñanza y Aprendizaje de la Universidad San Francisco de Quito y doctora en Educación argumenta que las frustraciones, radican en parte, por “el difícil acceso a la educación virtual, no contar con los medios para cumplir con ese objetivo”, forman el escenario para que los menores generen cuadros de depresión y ansiedad.

“La falta de acceso a la comunicación es peligrosa, las escuelas eran una fuente de diálogo donde se podía incluso identificar algún tipo de abuso”, recalcó la profesional.

Como una debilidad social es como Tobar califica a este fenómeno que ha pasado casi imperceptible a la sociedad. “La educación es un derecho, las escuelas son lugares seguros”, insistió la funcionaria.