Hacinamiento, una realidad que atraviesan los venezolanos

SITUACIÓN. Muchos de los migrantes se acomodan y buscan más compañeros para vivir y pagar un cuarto.

Reinaldo es ayudante de viajes en una mula que transporta fruta, él es venezolano y se quedó en Ecuador debido a la pandemia y la situación que vive su país.

Mientras sube las estrechas gradas hacia el cuarto piso de lo que ahora es su hogar, cuenta lo cómoda y grande que era su casa en su país. Aunque la pieza donde vive solo la utiliza para dormir, dice que siente que eso es una ‘ratonera’.

El espacio lo comparte con su amigo y juntos no caben de pie en el dormitorio. Uno duerme en una cama de una plaza y el otro ocupa media plaza del suelo para descansar. La puerta no se abre en su totalidad debido a lo angosto del cuarto.

‘Ingeniosamente’, el dueño de casa adaptó una pared de madera triplex, hacia el corredor, para ampliar un poco el sitio y de ventana hizo dos orificios y les puso plástico, el baño está pegado a un mesón que simula como cocina y el techo casi les llega a la cabeza por lo bajo de la infraestructura, de eso pagan 130 dólares mensuales.

El agua llega en la noche, así que los trastes sucios se lavan a esa hora, pero eso sí deben pagar cumplido y si nos les gusta pueden buscarse otro sitio, eso les dijo su dueño de casa cuando les arrendó.

La historia de Diego es otra, lograron alquilar un minidepartamento para cinco personas, en el uno duermen tres y en el otro, dos integrantes de la misma familia, de ese espacio entre todos pagan 250 dólares.

Algunos cuentan con algún trabajo donde perciben un sueldo, otros están subempleados y no les alcanza lo que ganan, pero hacen lo posible por tener un espacio donde vivir. Ellos esperan migrar a otro país donde la xenofobia no los persiga.

 

Condiciones

De estos hay muchos casos donde pueden vivir hasta 10 personas entre jóvenes, adultos y niños, y dicen que ese es el precio que deben pagar por salir de un país que los dejó en crisis desde hace más de 12 años.

En las calles Rocafuerte, Fernández, Lizardo Ruiz muchas viviendas están habitadas por estas personas sin que nadie inspeccione las condiciones en las que viven.

Estos extranjeros aseguran que los arrendatarios les cobran excesivos rubros, pero no cumplen con lo que propone la ley del inquilinato, garantizar una vivienda en buenas condiciones, servicios básicos, seguridad para los inquilinos por parte de los dueños de casa.

Muchos de los que buscan una casa no pueden acceder a un contrato porque no tiene sus papeles para hacer algún contrato de arriendo.

Rosa A. es dueña de una casa en la Rocafuerte y Tomás Sevilla, ella aseguró que prefiere no arrendar cuartos a extranjeros porque quieren venir en grupo y luego se destruye el inmueble.

En casas aledañas se ven balcones llenos de ropa como si dentro hubiera grupos de personas hacinadas y no familias que conforman hasta cinco miembros como máximo en ese tipo de departamentos.

María C. trabaja en la zona y dice que es normal ver grupos de personas en hacinamiento, todos extranjeros. “Cuando llegaron hasta dormían en las veredas, pero ahora viven todos amontonados”, aseguró.

 

La ley

Según la Ley de Inquilinato, en el artículo 3, se refiere a que las condiciones de los locales de arrendamiento deberán reunir, a más de las condiciones que fijen las ordenanzas municipales.

Entre ellas está el disponer de servicios higiénicos completos y permanentes, siquiera uno para cada piso de la casa, de acuerdo con las modalidades del lugar.

Cuando en un mismo piso hubiere dos o más departamentos independientes, cada uno de ellos deberá tener, por lo menos, un servicio higiénico completo y exclusivo.

Tener aireación y luz suficientes para las habitaciones. Disponer, permanentemente, de los servicios de agua potable y de luz eléctrica, en los sectores urbanos donde existen estos servicios.

Inclusive se habla de tener desinfectados los espacios, lo que se acreditará con el correspondiente certificado de Sanidad. (CNS)