El bonsái más antiguo del Ecuador está en Pelileo

Edad. El bonsái Buganvilla tiene 81 años aproximadamente.

Llegó a Ecuador en 1995, fue importado con la especificación de que fue sembrado en 1939 y se ha convertido en el árbol insignia de ‘Luna Bonsái Aventure & Park’.

Se trata de un bonsái Buganvilla de color lila, el mismo que tiene aproximadamente 81 años y mide 115 centímetros.

De acuerdo con Roberto Luna, propietario del Luna Bonsái, el árbol posee un estilo Hokidachi o más conocido como la forma frondosa y es considerado el bonsái más antiguo del Ecuador.

Luna Bonsái está abierto al público todos los días de 08:30 a 17:45.

¿Dónde se encuentra?

Proveniente de la cultura oriental, el arte del cultivo bonsái y sus saberes se han extendido hacia diversos puntos del mundo, adaptándose a toda clase de geografía, suelo y condiciones climáticas.

Así llegó también a Pelileo, en el sector Valle Hermoso, a un costado de la vía a Baños, en Tungurahua.

Allí se levanta el vivero Luna Bonsái, un mágico paraje a cielo abierto en el que se expone una infinidad de variedades de estos pequeños árboles bonsái.

Según indicó su propietario, son más de 100 ejemplares nativos e importados los que se han logrado mantener cuidadosamente, convirtiendo a este espacio en uno de los pocos centros especializados en este arte.

Luna Bonsái se ha convertido en un punto estratégico para los amantes de la jardinería y de la arborización, puesto que hasta sus instalaciones llegan desde diferentes sitios del país para conocer la cultura e incluso para adquirir un ejemplar.

En el lugar hay un museo, cafetería y zona comercial donde se puede comprar 
un bonsái.

El espacio

“Los bonsái pueden vivir más de 800 años y durar aproximadamente 16 generaciones”, comentó Luna al tiempo de asegurar que el vivero es una marca registrada desde 1995.

Según explicó, a pesar de que a simple vista se trata de un arbusto pequeño detrás de un bonsái hay miles de años de sabiduría, destreza y tradición.

Es por ello que este espacio se está transformando para que los visitantes puedan recorrer senderos, disfrutar de aventura con columpios extremos y además, gozar de la tranquilidad y serenidad que brinda la zona de cafetería.

Para Andrea Guevara, quiteña, contar con una de estas plantas en su casa es una verdadera curiosidad, más aún cuando se conoce de cerca la cultura que tiene detrás.

“Es la primera vez que ingresamos a este lugar, es verdaderamente mágico”, dijo. (FCT)