De Ripley

Andrew Higgins, de ‘El Times’, refiriéndose a la cuestionada victoria del presidente Alexander Lukashenko, en Bielorrusia, afirma: “Negar la derrota, reclamar el fraude y utilizar la maquinaria del gobierno para revertir los resultados de las elecciones son las herramientas tradicionales de los dictadores”. Así ha sucedido en muchos países, especialmente en aquellos gobernados por caudillos, con pretensiones de perpetuarse en el poder.

Estas conductas abominables en cualquier país, resultan insólitas en la primera democracia del mundo. Una nación que, desde muy temprano en la historia, se convirtió en un referente por la naturaleza y fuerza de sus valores. Alexis de Toqueville, intelectual y político francés, destacaba las admirables particularidades de la entonces colonia británica: “una sociedad sin señores ni gente común, ni ricos ni pobres… con una masa de inteligencia mayor a la que se podría encontrar en cualquier nación de nuestro tiempo”, y con líderes “reconocidos en Europa por sus talentos y realizaciones”.

Después de su independencia, guiados por el legado de los padres fundadores del nuevo Estado, con el esfuerzo de muchas generaciones y gobiernos, fue consolidándose como una potencia regional, guiada por dos mitos fundacionales: La ‘Excepcionalidad’ porque, a diferencia de otras potencias, tuvo que luchar por su independencia y pudo construir un sistema político fundamentado en los valores de libertad, igualdad y legalidad; y el ‘Destino Manifiesto’, que presupone su deber de defender esos valores y propagarlos al resto del mundo.

Luego de la victoria sobre el nacional socialismo y el fascismo, Estados Unidos alcanzó la primacía entre las naciones de Occidente y, desde el fin de la ‘Guerra Fría’, se ha mantenido como la primera potencia militar, económica y tecnológica del mundo. Las dos últimas revoluciones técnico científicas, que se originaron en esta nación, le permitieron liderar las grandes transformaciones que sobrevinieron con el cambio de siglo.

En la actualidad, el mundo enfrenta un panorama sombrío, con amenazas que ponen en riesgo la supervivencia humana: el cambio climático, el crimen organizado, la sobrepoblación, el agotamiento de los recursos naturales, el renacimiento de ideologías extremistas etc., que exigen soluciones de escala global, con criterios de interdependencia, seguridad cooperativa, multilateralismo y diálogo de culturas, en las que a Estados Unidos le corresponde jugar un rol protagónico. Felizmente, este país cuenta con instituciones fuertes, una prensa libre, un sistema electoral confiable y división de funciones, que garantizan una sucesión presidencial transparente.