No es lo mismo Chana que Juana

Las elecciones generales de Bolivia, realizadas el 18 de octubre, concluyeron con un resultado para muchos esperado: el amplio triunfo de los candidatos del Movimiento al Socialismo (MAS). Parece que el errático gobierno de la señora Jeanine Áñez y su cuestionado manejo de la pandemia de la COVID-19, influyeron en la decisión popular.

Evo Morales, causante de la grave crisis democrática de su país, por tratar de perpetuarse en el poder, asoma hoy victorioso, cuando fue él quien, aplicando el modelo cubano-venezolano, en 2009, impulsó una reforma constitucional que le posibilitó la reelección para dos mandatos continuos de cinco años. Confiado en una fácil victoria, el 21 de febrero del 2016, convocó a referendo para reformar nuevamente la Constitución y poder postularse el año 2019; el 51.3% de los votantes respondió que NO a la consulta; sin embargo, el 28 de noviembre de 2017, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), burlando la voluntad soberana del pueblo, habilitó su nueva candidatura. Llegadas las elecciones, un triunfo en primera vuelta calificado como fraudulento, derivó en su renuncia a la presidencia y abandono del país.

Han triunfado, en esta ocasión, en elecciones sin tacha, los candidatos del MAS y el economista Luis Arce, es el nuevo presidente de Bolivia. De 57 años de edad, muestra una sólida formación académica, experiencia administrativa, sensatez política y talla de estadista. Estudió su carrera en la estatal Universidad Mayor de San Andrés en La Paz; cursó una maestría en la universidad británica de Warwick; y, fue funcionario durante 18 años del Banco Central. Como docente encabezó numerosos cursos en universidades del prestigio de Harvard, Columbia y la Universidad de Buenos Aires. Se le atribuye una orientación sensata de la economía en un país que, entre el 2006 y 2017, elevó su Producto Interno Bruto de 9.500 millones de dólares anuales a 40.800 millones y redujo la pobreza del 60% a 37%. Arce fue, según criterio general, el pilar más importante de la recuperación económica de Bolivia. Ha ofrecido un gobierno de unidad y reconciliación nacional. Hay que confiar en que así sea.

Estos antecedentes permiten presagios auspiciosos para un pueblo de historia atormentada, extraordinariamente rico, no solamente por su generosa geografía, sino también por su pasado milenario y diversidad de inestimables culturas.

No sucedió con Bolivia lo que con el Ecuador, caracterizado por la improvisación, ineptitud, soberbia y prepotencia de políticos irresponsables que, en un lapso similar, lo sumieron en una de las peores crisis económica, política y, especialmente moral, de su historia. ¡Y ahora quieren ir por más!