Zoompleaños

Desde marzo hasta hoy, 21 de octubre, he vivido los cumpleaños de mi madre, mi esposa, mi suegra, mi hermano, mi cuñado y, principalmente, de los entrañables amigos, incluso el mío. Las reuniones cumpleañeras por Zoom, en un inicio, eran novedad; se jugaba con las cámaras, los fondos e incluso algunas eran sorpresa para el homenajeado.

Hoy mi hija cumple una década de vida y nos ha dicho que este ha sido el peor año de su vida. Que una niña de diez años diga que la vida es mala, hace pensar mucho en qué hemos hecho en y con la vida. Que una pequeña que debería vivir la ilusión del futuro, mire hacia atrás y sienta que es una sobreviviente, indica que el futuro no es alentador.

Y este pensamiento debe ser mayoritario, pues los niños y niñas, más que nadie, necesitan estar entre iguales. No deben estar todo el tiempo con viejos, porque terminan repitiendo los vicios y manías que deben enmendarse. Además, tienen que pelearse, disgustarse y volverse a reconciliar en su propio ambiente.

En las fiestas de cumpleaños de hace menos de un año, había desmesura infantil, olores a comida rápida, fruta, caramelos, peleas, pelotazos, lloros, risas, y la hora del pastel era sinónimo de que ya mismo terminaba el encuentro. Pero la situación actual nos aboca a tomar precauciones, a ser paranoicos, a dudar del otro…

Lástima por el cumpleaños que debería ser una fiesta y para muchos es un día más de conexión, aunque no es videoconferencia de trabajo, pero la reunión está enmarcada en la monotonía de la estética cuadriculada de la pantalla, tan lejana y aséptica.

Los zoompleaños deben desaparecer pronto, mientras tanto, la fiesta debe ser con la seguridad, la confianza y la alegría de tener salud y vida. Debemos cambiar mucho para que los cumpleaños venideros sean físicos y no por Zoom, como un álbum de recuerdos pasajeros.

Forjemos recuerdos indelebles con nuestros seres queridos, para que no tengamos que salir definitivamente de la reunión sin haberla grabado.