No es provida

El grupo autodenominado ‘provida’ en Ecuador suele cerrar filas alrededor de la oposición a temas tan variados como despenalizar el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción de parte de parejas homosexuales o la educación sexual, ajena a la moral católica, provista por el Estado. El abanico de exigencias es tan variado que resulta difícil encontrar un argumento coherente que explique simultáneamente todas esas posturas. Al final, solo queda uno; por más que insistan en que son ‘provida’ o ‘profamilia’, los integrantes de ese grupo son, en verdad, antisexo.

Si el tema del aborto no tuviese embarazo y, por lo tanto, sexo de por medio, no atraería tanto la atención del mismo sector que suele aplaudir el asesinato cuando es llevado a cabo por fuerzas de seguridad y que no se conmueve tanto por el bienestar de los niños miserables una vez que ya han nacido. Las parejas homosexuales no les resultarían tan incómodas si es que la homosexualidad en sí no implicase el anatema de sexo sin posibilidad ni propósito de reproducción, algo intolerable para quienes ven al sexo apenas como un trámite necesario para la concepción.

No es un movimiento próvida; hay un montón de otros ámbitos que implicarían la defensa de la vida (pacifismo, pena de muerte, trabajo con desamparados, impulso de las artes, del deporte, del conocimiento del mundo). Tampoco es un movimiento profamilia o procomunidad, en tanto estos son conceptos que rebasan por mucho a una idea tan reciente y tan minoritaria en la historia humana como la de la familia nuclear (padre, madre e hijos) apenas subordinada de forma directa y sin intermediarios al Estado o a la Iglesia.

El sexo ejerce una poderosa atracción biológica sobre todos nosotros. Al mismo tiempo, la moral ‘provida’ resulta tentadora, como todo credo simplón; en tiempos de convulsión e incertidumbre, de problemas complejísimos, nos hace creer que basta la moral privada y sexual para remediarlo todo. No hay que dejarse llevar por esas trampas; no puede ser que tras tanto supuesto progreso, desarrollo institucional y educación, el debate público siga centrándose en el sexo, como cualquier chismerío de pueblo.