Improvisación en emergencia

El mundo vive la pandemia prácticamente desde finales del 2019. Ha sido subestimada y mal manejada por diferentes países; sin embargo, en Ecuador nos hemos equivocado, por lo que dicen los números, en más de un aspecto. Y esto duele.

Según la prensa extranjera, Ecuador tendría la tasa de mortalidad más alta del mundo relacionada al coronavirus. Resulta evidente que algo se hizo mal y que desde un principio, de manera obstinada e intransigente se pretendió y se sigue pretendiendo ocultarnos la realidad con cifras oficiales que no acaban de convencer y que más bien no permiten que la ciudadanía se dé cuenta de la magnitud de lo que el coronavirus está causando en el país.

El país y sus instituciones no fueron capaces de defender a la población de este flagelo, atendiendo a medias a los enfermos y no proporcionando a cabalidad los insumos que el sistema sanitario público necesitaba. No se supo atender a los enfermos, pero tampoco se supo manejar el tema de los fallecidos, pues los cuerpos han sido confundidos y, lo que es peor, hay decenas y decenas de familiares que reclaman la restitución de los cuerpos que han sido extraviados o no han sido identificados por su nivel de descomposición. Un drama que debería avergonzarnos y más aún si consideramos que, en cambio, la organización corrupta que lucró de la pandemia ha trabajado de manera impecable.

Podemos entender que al principio no se pudo ni se supo manejar la emergencia por ser sorpresiva pero, que a distancia de tres meses descubramos que aún no hemos aprendido nada, debe indignarnos.

No es posible que hoy, en Pichincha y en otras partes del país, no haya respiradores o UCI suficientes; pues más allá de la cantaleta de querer que todo esté, bien el gobierno vuelve a demostrar su improvisación.

En Quito la situación es crítica y subyugada a obscuras razones políticas y electorales que terminaron imponiéndose por encima de la población y del Alcalde de la capital quien, desde un principio, se opuso al cambio de semaforización.