La lucha no termina al salir del hospital

Apoyo. El personal de salud es la primera línea para combatir el Covid-19.
Apoyo. El personal de salud es la primera línea para combatir el Covid-19.

A las 14:00 suena la sirena que da aviso a que el toque de queda inicia y la gente debe quedarse dentro de sus casas.

En las calles puede verse a vehículos y personas apuradas para poder llegar a sus lugares de destino y no tener problemas por infringir la ley.

Pero esta no es la misma realidad para todos, pues quienes laboran en hospitales, unidades de salud y farmacias, así como en otras actividades que deben seguir prestando su contingente en esta emergencia sanitaria continúan sus labores con total normalidad.

Su sacrificio

“A veces pensamos que a nosotros no nos va a tocar”, dice Vanessa Pazmiño, auxiliar de enfermería de una de las casas de salud de Ambato, quien con mucha nostalgia asegura que es demasiado complicado mantenerse en la primera línea de atención de esta pandemia.

Ella al igual que decenas de personas de la salud debe lidiar con la restricción de movilidad, el toque de queda y sus horarios de trabajo, pero asegura que lo hace sin ningún reparo.

Para Pazmiño una vez que ingresa a su lugar de trabajo en el área de emergencia se olvida de todo y hace lo humanamente posible para solventar las necesidades de los pacientes, “aunque no sabemos si alguien que llega resulta o no con Covid-19”.

A decir de la profesional de la alud lo más complejo que debe sortear es el retorno a casa, muchas veces con la incertidumbre de que sea ya portadora del virus, a pesar de que toma todas las precauciones determinadas por las autoridades incluso de aislamiento antes de ver a sus hijos.

“Tengo un bebé que está en periodo de lactancia y siento mucho temor por él, por mis otros dos hijos y mi esposo”, comenta al tiempo de asegurar que ella sale de casa por su trabajo, por su pasión y la convicción de servicio a pesar de que las condiciones son adversas.

Un largo camino

Maritza Chicaiza, es enfermera, ella trabaja en una casa de salud en el centro de Ambato y vive en El Pisque, como sus dos hijos estudian en la tarde ella solicitó el mismo turno para poder trabajar y todos los días, desde que se estableció el toque de queda a las 14:00, ha tenido que ingeniárselas para llegar a su casa.

«Tengo amigas enfermeras del hospital y con ellas caminamos o si alguna consigue algún amigo que nos lleve pues nos hace el expreso, pero no es todos los días así que si me ha tocado caminar, pero siento que esa hora me me la tomo para reflexionar y llegar más tranquila a mi casa para poder estar bien con mis hijos, de lo contrario siento que la carga emocional me consumiría», dice la enfermera.

Jornadas extenuantes

Una de las enfermeras del hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) en Ambato, mencionó que su labor durante la emergencia sanitaria cambió mucho debido a la impotencia y al miedoque genera este nuevo virus.

“Ante esto han aumentado las horas normales de nuestro trabajo a 24 y 48 horas”, dijo. Así mismo explicó que el personal que está en periodo de lactancia o que tiene algún tipo de enfermedad catastrófica no está laborando y que esos turnos también deben ser cubiertos por los empleados restantes.

Esta mujer optó por bañarse en el hospital y en su casa con el objetivo de no contaminar de alguna enfermedad a su familia. “He tenido que mantener una distancia con mis hijos al llegar, con la impotencia de no poder darles un beso o un abrazo”, menciona.

Después de largas jornadas laborales, solo piensa en volver a casa, ver a su familia y estar sana para así no contagiar a nadie.

Ellas dicen que es un sacrificio que tiene que hacer como contraparte para contribuir con el país y esperan que la situación se normalicepara poder regresar a sus hábitos normales de vida junto a sus familias.

Las farmacias

Gabriel Zúñiga, trabaja en una farmacia, el joven de 23 años debe movilizarse desde Cashapanba hasta Huachi La Joya en donde vive, siempre pasadas las 20:00.

El joven comentan que no tiene carro o motocicleta en qué movilizarse por lo que no le queda de otra que ir caminando.

«Un par de veces la Policía me ha llevado hasta la casa y eso es algo muy valioso, otras veces me he encontrado con gente que por su profesión también tiene que seguir trabajando, pero también he tenido que caminar bastante para poder llegar a la casa», dice Gabriel.

Cuenta que la desolación de las calles le dan un sentimiento ambivalente ya que sienten que no va a haber delincuentes que lo lastimen, pero hay tanta soledad que le produce tristeza y solo le provoca llegar y llorar.

No siempre tienen ayuda

Los horarios rotativos son comunes en las casas de salud, es así que Fabiola (nombre protegido) cumple con su trabajo como auxiliar de cocina en el Hospital del IESS, sin embargo, salir pasada las 22:30 de su trabajo le resulta complicado, ya que no tiene como regresar a su casa.

En oportunidadades se ha encontrado con agentes de Tránsito que la han llevado a su hogar, pero en otras también se ha topado con uniformados que se han negado ayudarla.

“Un lunes pedí ayuda para mi compañero y para mi a un patrullero de tránsito y muy amablemente nos llevaron, cuando me dejaron en mi casa esperaron hasta que entre”, mencionó la mujer.

Además, comentó que también ha tenido que realizar largas caminatas y su hijo le ha dado el encuentro, siempre con el temor que se multado por salir en el toque de queda. (FCT/RMC/NVP)