Un espacio que les da apoyo en la emergencia

Gratitud. En el lugar las personas cuentan con tres comidas al día.
Gratitud. En el lugar las personas cuentan con tres comidas al día.

Mide un poco más de un metro con 80 centímetros, sus hombros son anchos, tiene una barba poco cuidada que le da una apariencia dura, él es Claudio de 43 años y oriundo de la provincia del Guayas, quien se quiebra al hablar de sus cinco hijos y de su ‘vieja’ como la llama.

«La situación es dura, nadie sabe lo que uno está sintiendo, la situación se complica cada día y sin tener a dónde ir no hay nada mejor que tener por lo menos un techo y un plato de comida caliente para poder sobrellevar este trago amargo», comentó el hombre mientras respiraba profundo para evitar llorar.

Claudio vende caramelos en la paradas de buses y asegura que Ambato le ha dado la oportunidad de trabajar, aunque sea informalmente, y poder ayudar a la manutención de sus hijos.

«Nadie sabe lo de nadie y si no me encontraban para decirme del albergue es muy probable que haya tenido que pasar hambre en la calle o en la casa abandonada en la que estaba buscando algo de refugio», contaba el comerciante al tiempo que acomodaba la gorra negra raída que llevaba puesta.

El es una de las personas que están en el albergue temporal que habilitó el Municipio de Ambato para las personas que no tienen un lugar para quedarse durante la emergencia sanitaria que contempla la restricción total de movilidad por el toque de queda.

Repensando su vida

Hace unos siete años llegó Javier desde Riobamba Ambato guiado por su adicción a las drogas, dejando de lado a sus hijos y a su esposa.

Sin un futuro cierto se dedica al comercio informal, cargador, cuida carros y todo lo que se le ponga delante para poder subsistir de alguna manera.

Hasta la semana pasada vivía en una pensión, pero con la emergencia ya no tenía de dónde conseguir dinero, por lo que buscó un refugio temporal para poder resguardarse durante el toque de queda.

«Yo se que tengo mis errores, pero nadie merece vivir debajo de un puente y en estas condiciones simplemente esperar a que la muerte le llegue ya sea por este virus, por el frío o por la falta de comida», comenta Javier un poco apenado por relatar una parte de su vida de la que asegura no se siente orgulloso.

El riobambeño también está en el albergue temporal y con la voz entrecortada asegura que si no fuese por este lugar no tendría ni siquiera para un pan, dice que a lo mejor le hubiese tocado comer buscando entre la basura para no morirse de hambre.

«La vida no es fácil y eso lo sabemos quienes hemos vivido en la calle y de la calle, por eso es que ahora en este lugar estoy reflexionando que debo hacer cambios urgentes porque no quiero, no quiero que mis días sigan pasando inútilmente», dice mientras camina hacia el patio en donde estaba desgranando habas.

Salvación

«Usted no me ha preguntado, pero llevaba días comiendo un pan con cola en todo el día, esto me cayó como una bendición de mi Dios, de verdad que sin este lugar y estas comidas estaría en la calle al borde de la muerte», con un amplia, pero triste sonrisa cuenta Santiago de 23 años oriundo de Maracaibo – Venezuela.

El joven llegó a Ecuador a mediados de febrero, él entró desde Perú a Guayaquil, pero cuando las cosas se pusieron duras empezó su travesía a pie hasta Quito, en donde está una de sus hermanas.

Sin embargo, algo hizo que se quede en Ambato en donde desde la segunda semana de marzo empezó a cuidar carros y a ayudar como cargador en el sector de la calle Maldonado.

«La gente en Ambato es lo más de bacana, de verdad que siempre eran amables y me ayudaban por ahí con cualquier cosa, pero con el toque de queda la cosa se puso negra y la verdad es que ni siquiera sabía cómo iba a poder sobrevivir, hasta que como ángeles pasaron los de la camioneta y me dijeron pelado tenemos un sitio en donde te puedes quedar y sin pensarlo dije de una», recuerda Santiago mientras aplaude y chacharea con otras personas que también están en el albergue.

Arrastrando las chancletas para subir las gradas hacia donde está adaptado el comedor, grita riéndose que aparte de las tres comidas diarias y la ropa en el sitio también ha encontrado refugio para su alma.

Así entre risas, conversaciones y ayudando en los quehaceres ‘domésticos’ las alrededor de 14 personas que están en el centro de hospedaje temporal muestran su gratitud por tener un lugar que alimenta su espíritu en este momento de crisis. (NVP)