Carnavales

Pablo Escandón Montenegro

Que la mejor cultura del Taita Carnaval es la que no agrede, la que no usa agua, la que de manera ordenada festeja es como decir que si usted quiere comer y desmandarse, hágalo pero con mesura, con cuidado y sin excesos. Son dos días que el calendario litúrgico entrega a las últimas acciones para el cuerpo y el goce, ya que luego viene el tiempo de recogimiento, de ayuno y de mesura. Pero como los tiempos cambian, ahora las palabras y sus significados en acciones se cambian por desfiles y montajes que no dan espacio a la expresión libre y sin libreto.

Las carrozas de Carnaval y sus desfiles SON la muestra más ilustrativa de lo que se denomina como aculturación, ya que viene desde la autoridad, que impide que la gente se tome los espacios públicos de manera libre.

Claro que muchos dirán ahí están los carnavales de Pasto, de Ipiales, de Oruro, la fiesta de Ambato, en donde la cultura de cada región y ciudad se aprecia en las carrozas y comparsas, que además es una convocatoria turística.

También podemos decir que esas “tradiciones” son ancestrales, como eran los desfiles de Inocentes el 6 de enero, que iniciaba con los pases del Niño, pero que solo en Cuenca queda como patrimonio cultural.

Pero la cultura del Carnaval “inculto”, valga la paradoja y el sinsentido, aún pervive, afortunadamente en Guaranda, en donde a ritmo de coplas, la cultura popular sigue mandando, claro que con sus transformaciones, pero es fuerte el juego de embadurnarse y mojarse.

Y en la familia, nunca falta aquella persona que nos sorprende con agua, tinta, huevos o harina; esa madre, padre, hermano o hermana “incultos” que inician la guerra en el patio, la terraza o en la calle. Afortunadamente, aún tenemos esa tradición en el seno familiar.

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