“Sinrazón”

Yo busco el mar.

Busco en el mar la marea, en la marea la espuma, en la espuma tu nombre.

Rebusco insistentemente en mis bolsillos, preguntándome “¿Dónde te habré dejado?”. Ocultando entre mis augurios, el basto sifón de mis pensamientos. Calmando a la bulla insistente, al barullo injustificado, traspalando paz. Silencio. Melodía de silencio. Mutismo, afonía, mudez… sigilo. Calma.

Calma que te encuentro. No, no te encuentro.

Busco en las cajoneras de mamá, en la mesilla de noche. En el perchero de la entrada, en la chaqueta de ayer. Sigo mis pasos, andante, recordando donde he estado y que estaba haciendo. ¿Cómo pude haberte extraviado?

Pregunto al espacio: ¿la has visto?

No hay respuesta. De repente me avergüenzo y caigo en bucle, en una espiral de cuadrados y cuadrantes en blanco y negro, correspondiendo con la locura, con el descoloque. Con la modernidad acelerada.

No hay razón, la he perdido, y no la encuentro.

La he perdido, y no la encuentro.

La he perdido, y no la encuentro.

No la encuentro, y la he perdido.

Es el sin sentido de esta vida moderna, la complejidad del significado, la desbordante informática, la precariedad del trabajo, la poca competencia, la falta de valentía. La resiliencia ante la opresión, el impacto del poder, la omnipresencia económica. Es el mar contaminado y el aire plomo. El niño pobre, el viejo solo. El sin-Dios, el sin-patria, el sinsentido.

La sinrazón.

Y me giro al mar. Yo busco el mar.

Busco en el mar la marea, en la marea la espuma, en la espuma tu nombre.

Busco a razón. Razón.

No hay razón que por bien no venga.