Música sublime

Pablo Balarezo

Auténticos ejemplares humanos de espléndida estirpe musical, viven y se desviven por hacer conocer la música auténtica, fuera de toda vulgaridad horrorosa ignorando la calidad de la interpretación, mucho más, si es realizada con el príncipe de los instrumentos musicales, el violín que, con su hermano de espíritu, ser humano único por su destreza, sapiencia, generosidad para sus pueblos. Música clásica, folklore, jazz, rock, pop, folk, techno, muy bien ejecutados, con sublime contenido musical, que quiere decir ritmo, melodía, armonía, matices, poseen “Arte académico”, estupendo efluvio transmitiendo emociones diversas y profundas a todos quienes escuchamos. En toda esta pequeña aseveración, sin lugar a duda, está incluido don Jorge W. Rosero Díaz, de quien, la evidencia está en todas sus presentaciones personales, y en su disco, el cual nos consiente escucharlo en casa, tema por tema: ‘Nataly’, ‘Por una cabeza’, ‘Hijo de la luna’, ‘Quizás, quizás, quizás’, ‘Orfeo negro’, ‘Canción de un jardín secreto’, ‘El Padrino’, ‘Sant Preux’, ‘El violinista del tejado’, ‘Heart of a Child’. El arte musical es pasión sin límites, enorgullece al pensamiento, lo hace más sensible, no tiene vestigios negativos, antes, por el contrario, lo han enraizado: Antonio Vivaldi, Johann Sebastián Bach, Giuseppe Tartini, Niccolò Paganini y Félix Mendelssohn, entre muchos otros de los últimos tiempos: Petra Haden (1971), Vanessa Mae (1978), Sharon Corr (1970). En definitiva, la ambateñía está presente, sigue iluminando el sendero de la cultura, indimensional grandeza espiritual del brazo con la desenvoltura de Jorge W. Rosero Díaz, desplegando el horizonte ambateño, tungurahuense, hacia otras latitudes del planeta, siempre y cuando las autoridades respectivas, evalúen formalmente las evidencias expuestas.