Encandilamientos

Andrés Pachano

Los organismos de control del tránsito anuncian que se iniciará una rigurosa pesquisa al uso indebido de luces de los automotores a aquellas que están reñidas con lo establecido en la ley, singularmente a la adición innecesaria de luces LED y faros halógenos

¡Muy bien!, por que su innecesario uso es una verdadera agresión al ciudadano, uso grosero que lleva a un prepotente y peligroso encandilamiento que lo sufrimos a diario en calles y carreteras; esa actitud propia del “machito del barrio”, del “dueño del poder”, es el malsano producto de la inconducta social, aquella del irrespeto al semejante, forma visible de la desadaptación. ¡Es cuestión de educación!: no sabemos vivir en sociedad.

Pero la medida de control que se anuncia no solo debería constreñirse a eso, debería ir más allá; no solo al cumplimiento de esa disposición de no añadir luces innecesarias a los automotores, sino también al cumplimiento estricto de la norma. Que se controle el uso correcto de ellas: circular en las noches en calles y carreteras iluminadas con “luces medias”; si es necesario el encender las “luces intensas”, hacer el cambio respectivo, bajar su intensidad cuando se acerca en sentido contrario otro vehículo y no obstruir la visibilidad del semejante; hacerlo es síntoma de educación cuando no de sentido común (en el tránsito citadino estas dos premisas elementales son quiméricas ilusiones, prima la ley del “más vivo”).

En este orden otro elemento que se debería revisar de manera imperativa, es el inconsecuente y abusivo reemplazo de los focos de norma de cada auto, por aquellos de gas de Zenón de muy alta intensidad, que con su color azulado literalmente ciegan la visión de quien se opone a ellos; uso ofensivo y prepotente.

Cabe una oportuna digresión: ¿por qué no se pone coto al abusivo parquearse en doble fila en las calles de la ciudad y lo que es peor el agredir abusivamente al peatón al hacerlo en las veredas?; pruebas al canto: el parqueo en doble fila, singularmente en la calle Bolívar entre Guayaquil y Olmedo, y el irrespetuoso e inveterado parquearse en la vereda de la calle Quito entre Bolívar y Rocafuerte.

Necesario repetir: ¡Es cuestión de educación!