Fiestas con cultura

Estamos en el umbral de la Sexagésima Octava Fiesta de las Flores y de las Frutas y como no es para menos nuestra ciudad se viste de gala para recibir a turistas provenientes de todo el Ecuado, además de muchos extranjeros por supuesto, esta tradicional fiesta se ha convertido en un emblema de los ambateños y en sus inicios fue justamente creada para reactivar la economía de la ciudad y restablecer el ánimo de la población luego del terremoto de 1949 y en efecto que hasta la fecha así ha sucedido principalmente por la cantidad de gente que nos visita, sin embargo, como buenos ambateños que somos debemos contribuir siendo excelentes anfitriones y eso implica ser cordiales, educados y sobre todo respetuosos, sin embargo, cabe recalcar que lamentablemente una de las situaciones más bochornosas que se han acentuado en los últimos años en nuestras fiestas son justamente la utilización de los horrorosos “cariocas” y es que luego del desfile y de la ronda nocturnal, el centro de la ciudad se convierte en una verdadera batalla campal incontrolable que ni los mismos Policías se salvan de esta espuma que aparte de manchar las prendas de vestir de la gente pueden causar daños a la salud, de hecho, han existido casos de personas que al recibir este químico en sus ojos les ocasionó un desprendimiento de retina, no es concebible ni aceptable este tipo de agresiones.

El control para la no utilización del espumante debe venir de todos, de la Policía, de la Intendencia pero sobre todo del mismo Municipio que tiene la facultad de decomisar la comercialización estos productos que principalmente lo hacen en los mercados y plazas de forma irregular.

Además del control de las autoridades competentes, los ambateños debemos concientizarnos y también concientizar sobre la importancia de tener unas fiestas con cultura y si por último desean jugar con estos espumantes pueden hacerlo en sus casas siempre y cuando no afecten a terceras personas, finalmente a los padres de familia, no secunden estas actividades, más bien influyan para que sus hijos no lo hagan, recuerden la frase de Jean-Paul Sartre; “mi libertad se termina dónde empieza la de los demás”, eso se llama respeto.