La Presidenta

Franklin Barriga López

En la página 243 de mi libro ‘La identidad ecuatoriana’ (Academia Nacional de Historia y Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 2014), al referirme a los mandatarios de nuestro país escribí: “Rosalía Arteaga Serrano, la primera Presidenta Constitucional, que lo fue tan solo del 6 al 11 de febrero de 1997, ya que una maniobra politiquera impidió que ejerciera ese derecho por el tiempo que le correspondía, en razón de haber sido la Vicepresidenta de la República”.
Había clara jurisprudencia sobre sucesión presidencial, de lo cual se puede precisar algunos casos como la ascensión al poder del vicepresidente Osvaldo Hurtado, a raíz del fallecimiento de Jaime Roldós, en el accidente de aviación acontecido en el cerro Huairapungo (Celica, Loja, 24 de mayo de 1981).

La Historia enseña que la verdad tarda pero llega el momento en que resplandece esta ciencia, y eso es lo que ha sucedido con la colocación del retrato de Rosalía Arteaga Serrano en el Salón Amarillo del Palacio de Carondelet, en donde algunos no deben estar en efigie por no corresponderles legítimamente ese sitial o por su indigno desempeño en tan altas funciones.

Plausible el reconocimiento que, luego de más de dos décadas de postergación, se ha hecho a esta dama de cualidades excepcionales, la más genuina exponente del talento de la mujer cuencana.

La trayectoria intelectual de Rosalía es digna de admiración: escritora de varias obras publicadas, inspirada poetisa, periodista de opinión, catedrática, doctora en leyes, activista medioambiental, magíster en Antropología Cultural, consejera de la Enciclopedia Británica, entre otros y numerosos títulos y merecimientos de prestigio internacional, como su pertenencia, en calidad de Miembro de Honor, a la Real Academia Europea de Doctores.

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