Con los hijos…

JAIME LOPEZ FREIRE

…ajenos no hay que meterse, dicen los integrantes del movimiento que ha convocado a considerable multitud a las calles de varias ciudades del País, para protestar por la posible promulgación de una Ley que la consideran atentatoria para la vida familiar.

No es muy acertada la elección del nombre de su movimiento porque implica también agresividad para escudarse en la defensa de la integridad de los menores, porque la misma viene ya determinada en cada ser progenitor de la vida y nadie la puede negar. Por mas que ciertos asambleístas solapados, se empeñen en su cometido legislativo equivocado y desprovisto de elementales consideraciones que definen la condición humana. Y esta condición , que nunca antes exigió el uso de la palabrita género para establecer el sexo, debe estar unida a la ética para conformar su moral y de acuerdo a ella, intentar su papel de legislador.

Años atrás luego de una larga lucha de un Abogado Constitucionalista, fallecido prematuramente, se despenalizó el homosexualismo. Porque el profesional también comprendió que la libertad constitucional que permite a la persona hacer de su vida lo que crea conveniente, incluido terminar con ella, cuando no provoque daños a sus semejantes, era necesario considerarla en la Legislación Nacional. Luego han venido y se han cometido excesos al respecto empezando por la terminología antipática que impone el uso de la palabra género para definir el sexo, que nace con la vida misma, animal, y humana, que ha caído en un trato especial para favorecer y legalizar a quienes desean cambiarlo. Y esto no es justificable.

Porque si la minoría LGBT ha pretendido ser parte integrante de la familia humana normal, es obvio que no han conseguido mas allá de la publicidad barata y sensacionalista. Y si aquellos que algún día fueron denominados tercer sexo, conviven y trabajan y su desempeño no perjudica las relaciones normales de la comunidad, eso es parte de la época que nos ha tocado vivir, que igual debe comprenderse. Son integrantes de la transformación paulatina de la civilización. Hasta allí no más. No deben intentar destruir los otros valores que se les oponen, no deben atentar contra la vida normal, de hijos y padres normales, como una regresión hacia la barbarie.