Las trampas de una consulta popular

Las consultas populares entrañan una paradoja. Más en una cultura política como la ecuatoriana, proclive a caminar por la cornisa de los apasionamientos y no por los puentes de los consensos. Tal paradoja radica en que un ejercicio a todas luces democrático puede tensar la cuerda al punto de romper otra vez el tejido social y la institucionalidad de un país. ¿No fue así con la consulta de 2011 que viabilizó la metida de mano en la Justicia?

Si no tienes la libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener? Arturo Graf Escritor italiano (1848-1913) Ahora que calles y plazas vuelven a llenarse de efervescencia social, el entusiasmo pudiera trocar vertiginosamente en un nuevo escenario de polarización, incluso más sensible que aquel escenario de fuegos cruzados en el cual el correísmo se entronizó. Porque ante los pliegos de preguntas que llegan profusa y legítimamente desde varios sectores, saltan preguntas capitales que, de antemano, aguan la fiesta.

¿Quién será el gran editor del temario que finalmente se presente al país el 2 de octubre? ¿Acogerá el Gobierno demandas de colectivos como Yasunidos, cuando el tren del extractivismo viaja a velocidad crucero? Y, ¿qué pasaría si la aplanadora proselitista del anterior régimen se activa y las urnas arrojan un resultado adverso a las reivindicaciones que piden una transición institucional y no solo cambio de nombres?

Todo lo que pido es el cielo sobre mí y un camino a mis pies”. Robert Louis Stevenson Escritor británico (1850-1894)

Diez años de cooptación de las organizaciones sociales deben haber dejado algún aprendizaje. Al menos el de no seguir pecando de ingenuidad. El poder, sin importar su color, siempre activará cantos de sirena. Por ello, una consulta no puede ser, nuevamente, un juguete plebiscitario de legitimación del Régimen.