Monserrate, donde los colibrís trinan más fuerte

Un colibrí ventrivioleta se alimenta en el sendero ecológico ‘El Paramuno’. (EFE)

Bogotá (EFE) · Desde el cerro de Monserrate, Bogotá se ve lejana, bulliciosa, como un manto de ladrillo y metal que asfixia la naturaleza, pero desde lo alto también se abre un rincón donde contemplar multitud de especies de colibríes y decenas de aves que vuelan ajenas a lo que abajo sucede.

A los 3.150 metros de altura de Monserrate el ruido de los automóviles de la ciudad se escucha más que los trinos de estos pájaros, pero al menos la boina de contaminación que envuelve la gran capital colombiana se ve difumina en el verdor de la naturaleza.

«Estando al frente de una ciudad de 8 millones de habitantes, que diariamente estamos contaminando, tener estas especies a cinco minutos es muy bueno», relata el supervisor ambiental de los senderos ecológicos de Monserrate, Camilo Cantor. «Yo creo que es la naturaleza buscando resurgir por los pocos espacios que les damos».

Cantor es uno de los responsables de que Monserrate, conocida por ser sitio de peregrinación religiosa y la subida de penitentes por sus más de mil escalones, ahora sea también un refugio de aves gracias al Sendero Paramuno, un recorrido de 300 metros con comederos artificiales donde decenas de pájaros y colibríes se acercan osadamente al visitante.

ACOMPAÑA CRÓNICA: COLOMBIA AVES – AME1504. BOGOTÁ (COLOMBIA), 12/03/2021.- Un colibrí zumbador pechiblanco vuela en el sendero ecológico «El Paramuno » el 9 de marzo de 2021, en Bogotá (Colombia). Desde el cerro de Monserrate, Bogotá se ve lejana, bulliciosa, como un manto de ladrillo y metal que asfixia la naturaleza, pero desde lo alto también se abre un rincón donde contemplar multitud de especies de colibríes y decenas de aves que vuelan ajenas a lo que abajo sucede. A los 3.150 metros de altura de Monserrate el ruido de los automóviles de la ciudad se escucha más que los trinos de estos pájaros, pero al menos la boina de contaminación que envuelve la gran capital colombiana se ve difumina en el verdor de la naturaleza. EFE/ Carlos Ortega

18 especies de colibrís en 300 metros

Allá se puede observar especies semiendémicas como el ‘Abanico cariblanco’, que solo vive en la cordillera oriental colombiana y algún rincón venezolano, o endémicas como el ‘Chamicero cundiboyacense’, e incluso un colibrí híbrido, cruce de dos tipos de estas aves que solo viven en el continente americano.

De hecho, en las seis hectáreas que ocupa el camino y sus alrededores es posible ver casi las mismas especies de colibrís que en todo Estados Unidos.

«Acá en Monserrate, en el transcurso de tiempo que llevamos registrando especies, hemos registrado ya 18 especies de colibrís; en Estados Unidos puede haber unas 23 especies en todo el territorio», relata Cantor, y añade: «¡Ahí se da uno cuenta de la magnitud de la biodiversidad que tenemos en Colombia!».

Turismo muy especializado

El turismo y la fotografía de aves es un sector muy especializado -y caro- que atrae cada vez a más personas, por eso Cantor advierte antes de entrar al sendero de Monserrate: «puede ser que a una persona que no le guste el avistamiento de aves se vaya a aburrir».

A quien sí le guste puede pasarse horas en esos escasos 300 metros mirando entre las ramas u observando con cuidado cómo una pareja de pavas andinas, especie que no solía habitar en Bogotá, se acerca a comer el plátano que Cantor les deja en el borde del camino.

En Colombia, a pesar de ser el país con más especies de aves del mundo, con más de 1.900 especies, es una afición que aún no atrapa a demasiados turistas, como sí lo hace el vecino Ecuador o Costa Rica.

Un colibrí híbrido se alimenta. (EFE)

Un refugio para el confinamiento

La contaminación de Bogotá y la falta de espacios verdes han minado los espacios para aves e incluso los ‘copetones’, llamado ‘ave de los bogotanos’, unos pajarillos con una especie de tupé, son difíciles de ver por la ciudad como lo hacían hace décadas, pero se refugian en lugares como Monserrate.

Bajo la iglesia, los restaurantes y los cables del teleférico, los visitantes pueden observar cómo el ‘Colibrí pico espada’, que tiene el pico más largo de todos los de su especie, saca la lengua para succionar el agua azucarada de los comederos.

El sendero abrió hace cinco meses, cuando Colombia empezaba el desconfinamiento y el turismo mundial venía sufriendo una estocada de muerte. Quizás eso, reflexiona Cantón, les ayudó a decidirse a inaugurar una iniciativa en la que venían trabajando desde hace siete años, y que le permite a Monserrate migrar de un turismo religioso de masas a uno más sosegado, donde solo pueden entrar 20 visitantes al día.

«En cierta forma, la pandemia ha ayudado», reconoce el guía, «nos dimos cuenta que la gente dice que estaba estresada, enferma en la casa, y la venida al sendero, al sitio a observar aves también es como una terapia para disminuir esos niveles de estrés».