La hojalatería, un oficio que muere de apoco

VOLUNTAD. A pesar de la modernidad, Mercedes Caiza se resiste a dejar morir un oficio que significa identidad para muchos.

Atrás quedaron las compras de toda clase de utensilios en hojalata para grandes o para niños, esos juguetes y artículos hechos en este material provocan nostalgia a quienes los ven.

De este oficio queda el nombre y tres personas que en Ambato se aferran a la tradición de hojalateros que les heredaron sus padres.

Ni el material, ni las familias de alrededor de 100 artesanos que antes se dedicaron a este oficio están ya.

De los tres artesanos, dos abren todos los días sus talleres para darle forma a jardineras, baldes, coladoras, faros, mecheros , bandejas, platos para pollos, manijas y hasta juguetes de todos los tamaños.

Desde hace más de ocho años son elaborados en un material llamado tol, lo más parecido a la hojalata que ya desapareció. Son expuestos en ferias dentro y fuera de la ciudad.

Antes eran elaborados para surtir la mercadería de los feriantes, ahora la mayoría se lo hace bajo pedido porque no hay mayor comercialización, según los artesanos.

El oficio de la hojalatería se debe al nombre del material con el que se 
elaboraba.

Rescatistas de un oficio que se muere

Luis Paredes no cierra su taller y busca de todas las formas mantenerse en esta actividad que le dejaron sus padres, a pesar de que hoy en día ya hace cosas muy específicas para avícolas, o canales de agua lluvia para viviendas.

“Ya no podemos elaborar cosas que no nos piden porque sería gastar material, ahora con la pandemia ni ferias tenemos así que la actividad de hacer artículos es un pasatiempo que no queremos dejar pese a que no es rentable”, contó Paredes.

La historia de Mercedes Caiza es diferente, ella hizo de esto una forma de vida, luego de que dejó la docencia para atender el negocio ubicado en el barrio El Obrero, que su fallecido padre le dejó.

“Amaba ser maestra, pero mi obligación como hija de cuidar a mi madre me hizo elegir este camino del que me sostengo porque no quiero que se pierda el oficio que fue invadido por el plástico, aluminio y acero inoxidable”, dijo Caiza.

Ella persiste en elaborar sus tradicionales artículos, elaborados artesanalmente, inclusive sus máquinas son rústicas y manuales, y aunque se demora un poco la producción, son sus manos las que le dan el toque final.

Caiza, quien obtuvo un reconocimiento hace un par de años por presentar artesanías curiosas como macetas en forma de ranas y participar por años en la feria tradicional de Finados dijo que la competencia no logra desanimarla.

Esfuerzo y trabajo

Comenta que sus obras fueron replicadas por los asiáticos, pero no logran ese acabado que garantiza la duración del producto,

“La diferencia entre las replicas y lo que elaboramos nosotros como artesanos está en los acabados y el material, si bien ellos pueden producir más, nuestros productos no se oxidan ni se desechan pronto”, aclaró Caiza.

A pesar de esto, su satisfacción es que muchos de sus clientes aún creen en su habilidad, pero también hay extranjeros que aprecian este tipo de trabajo artístico por la forma y los tamaños que existen en sus creaciones.

Ella es la única de su familia dedicada a este oficio, aunque también está consciente que si deja de hacerlo este morirá definitivamente, porque lamentablemente a diferencia de otras ciudades como Pujilí y Cuenca aquí ya no es apreciado, recalcó,

“Mientras eso sucede continuará la labor que tiene historia e identidad no solo familiar, sino ambateña”, finalizó la artesana. (CNS)